El feminismo tiene una matriz contracultural que le mantiene vivo y en construcción
Comisaria de la Exposición y Doctora en Historia Contemporánea

(Universidad del País Vasco - UPV-EHU)

Profesora de Historia Contemporánea

(Universidad del País Vasco - UPV-EHU)

Cartel de la Exposición Zutik Zutik Zutik, septiembre 2021. Diseñado por “Querida Duska”

Cartel de la Exposición Zutik Zutik Zutik, septiembre 2021. Diseñado por “Querida Duska”

Movimiento feminista e historia pública. Una experiencia posible

La Exposición “ZUTIK, ZUTIK, ZUTIK. Historia y memoria del movimiento feminista en Bizkaia, 1968-1994”, comisariada por Mercedes Arbaiza, ha realizado un recorrido de carácter histórico sobre algunos de los momentos más importantes del feminismo de la segunda ola, entre 1968 y 1994, en el País Vasco. Se trata de una historia de veinticinco años, que ha mostrado cómo el movimiento feminista, proponiendo nuevas formas de experimentar lo que significaba ser mujer y rompiendo la normalidad masculina puso el mundo patas arriba. La Exposición ZUTIK, ZUTIK, ZUTIK1 es un ejemplo paradigmático de historia pública colaborativa, en la que el conocimiento generado por un movimiento social dialoga con la academia y con la historiografía, consiguiendo generar conocimiento histórico y, a la vez, construyendo un espacio público creativo, en el que ha sido posible experimentar la pluralidad, la convergencia, la expansión, la urgencia, la intensidad, los lazos, el calor, las dificultades, las diferencias, el amor y el clamor de la movilización de las mujeres feministas de una época. Mercedes Arbaiza pertenece al Grupo de investigación Experiencia Moderna2, un equipo pionero en historia de género, cuyo interés central es analizar el significado de ser mujer o de ser hombre desde el siglo XIX a finales del XX, con perspectiva renovadora, prestando atención a las reglas sociales y políticas que gobiernan las relaciones de género y también a los malestares y resistencias a dichas reglas. La Exposición se ha hecho en colaboración con el Centro de Documentación de Mujeres de Bilbao3, lo que ha garantizado la confluencia del análisis histórico con la memoria de un colectivo de feministas que durante años ha sido consciente de la importancia de conservar su patrimonio documental4. Hemos querido conversar con Mercedes Arbaiza para conocer el proceso de producción de esta Exposición.

Panorámica Exposición Zutik Zutik Zutik, Bilbao septiembre 2021

Panorámica Exposición Zutik Zutik Zutik, Bilbao septiembre 2021.

Miren Llona - Tu trabajo como historiadora, desde el Grupo de investigación Experiencia Moderna, junto con el del historiador Javier Díaz Freire, son un referente del giro emocional, como perspectiva desde la que analizar la realidad y el pasado. ¿Cuál es la particularidad de este enfoque y cómo lo has aplicado a esta Exposición, que muestra la movilización feminista de la segunda ola?

 

Mercedes Arbaiza - Mucha gente piensa que el giro emocional no es más que una moda, emocionalizar la historia. Otros creen que es una vuelta a cierto esencialismo al tomar el cuerpo y no la mente como instancia en la que se produce el significado social. Pero no. No es así. Como bien sabes, desde este grupo de investigación el interés fundamental es analizar la experiencia histórica; buscamos entender cómo se modifica el significado que los sujetos atribuyen a los fenómenos históricos. Estamos atentos a cómo se conforma la diferencia social y los vínculos políticos. Nuestro punto de partida en los años 90 fue el carácter performativo de los discursos. Hace más de veinte años, Javier Díaz Freire nos advirtió de los límites del paradigma lingüístico5. Hablaba de la necesidad de superar la jaula del lenguaje en la determinación de lo que es experimentable y lo que no. Proponía dotarle de un cuerpo al lenguaje, ampliando así el campo donde se produce el significado y el lugar de la experiencia misma del ser humano. Esto es lo importante. En este sentido, el giro emocional parte de una concepción del cuerpo spinozista no binaria, que supera la oposición mente/cuerpo. Un cuerpo como locus, que es afectado por emociones, pero también que afecta y, por lo tanto, performa los vínculos sociales. Por otra parte, las emociones involucran valores y creencias sociales y, tienen, por lo tanto, un fuerte contenido articulador de lo social. Lo que a nuestro juicio es interesante en este giro es que las emociones son el principal canal de conocimiento y de percepción de los sujetos. Los tomamos… cómo te diría..., como el interfaz o el vínculo que media entre los sujetos, y entre los sujetos y los objetos. Ya ves, de cara a los objetivos de la historiografía, las emociones son una herramienta heurística que nos sirve a modo de diagnóstico sobre cómo se modifican los vínculos sociales en un campo de interconexiones afectivas entre las personas y las cosas, que pueden ser leídas como marcadores sociales. Siguiendo la propuesta de Monique Sheer6 se rastrean a través de las prácticas sociales aprendidas y, a su vez, y aunque suene paradójico, y esto es importante, las emociones son performativas ya que modifican la percepción del entorno y la disposición social de los cuerpos dentro de las comunidades.

Con estas premisas, la Exposición quiere ser un diálogo entre una interpretación del feminismo de la segunda ola, que hago mía, “lo emocional es político” y una intervención artística, la de Eduardo Hurtado, que se ha materializado en forma de biombos. Hago mía la premisa del feminismo y es que la expresión emocional sería un gesto político propio de quien no tiene acceso al saber experto, o si quieres, de quien no tiene autoridad epistémica para la acción política; me refiero en esta ocasión a la política en su sentido ilustrado, ya me entiendes, la política como la realización de una verdad que se supone objetiva. De hecho, una de las primeras consignas del feminismo que se repite en las campañas es “mujer no te calles”. Los biombos, por lo tanto, simbolizan la importancia del cuerpo en la acción social, también la vulnerabilidad, la intimidad de quien se desnuda al hablar desde esa sinceridad sintiente. El biombo viene a representar los espacios de intimidad compartidos por las mujeres expresados por el lema feminista ‘lo personal es político’. Por eso, para quien se sumerge en la exposición, me gustaría que experimente los biombos como la condición para la agencia política de las mujeres en los años 70 y 80.

Hay una dimensión del giro emocional que me parece apasionante y que ha sido el eje de organización de la Exposición, y es el principio de indeterminación de los fenómenos en cuanto que emocionales. Esto es así porque contienen una dimensión sensorial, que es prenarrativa, que nos ayuda a enfocar los fenómenos realmente importantes para las personas, que dan sentido y valor a sus vidas, a lo que les duele y lo que les importa. Esto cambia radicalmente la agenda de la investigación. El lenguaje daría forma, interpreta las emociones que ya han acontecido. Esto es lo que hemos querido transmitir en la Exposición, cómo la narrativa feminista interpreta emociones ya inscritas en el cuerpo. La narrativa organiza las vivencias, pero, ya ves, propongo una secuencia temporal que modifica las leyes de la significación lingüística. Quiero insistir en que actúan sobre cuerpos afectados, decantando su sentido.

Miren Llona - A propósito de esto, tú has definido la eclosión del movimiento feminista de la segunda ola y su experiencia de organización colectiva, que posibilita la aparición de un nuevo sujeto político, como una ‘acontecimiento emocional’. ¿Cuál es el alcance de este concepto y cómo podemos visualizarlo en la Exposición?

 

Mercedes Arbaiza - La idea de ‘acontecimiento emocional’ está inscrita en esta teoría del cambio social y contiene una concepción de la historia no progresiva. Es una propuesta teórica que apela al carácter singular de las subjetividades políticas y que presta atención a los fenómenos por su carácter inesperado, o no previsto. Déjame que utilice la palabra ‘intersticio’ para aludir a aquellos espacios o experiencias que escapan al orden de lo que ya ha sido significado y, por lo tanto, escapan a la lógica de la causalidad narrativa. Quiero poner en cuestión la teoría de la materialización de la diferencia social como efecto de la sedimentación de los dispositivos discursivos que operan a través de la reiteración.

Mira, la experiencia de la pandemia es un buen ejemplo de lo que significa este término. Mi interpretación es que el Covid-19 nos ha atravesado, interrumpiendo el tiempo social. Llevamos casi dos años en los que se han suspendido las normas y las formas de convivencia básicas de nuestra civilización. El virus ha producido de forma inesperada una experiencia de carácter extraordinario que ha alterado nuestra percepción del espacio/tiempo, ha modificado los límites de lo que parecía posible pensar y vivir. Sentimos un enorme malestar en nuestras relaciones con las cosas y entre nosotros. La mascarilla, los confinamientos, la distancia social son prácticas sociales que producen extrañamiento, miedo, tristeza y sobre todo mucha ansiedad. Pues bien, lo que propongo es que se ha abierto un tiempo creativo, novedoso y singular que nos ha afectado en nuestra forma de sentir y de pensar, que ha socavado nuestras creencias, nuestras convicciones y prácticas, de forma prenarrativa. Todavía no somos capaces de interpretar y traducir lo que nos está pasando. El carácter emocional del acontecimiento altera el lugar desde donde se percibe lo normal y lo excepcional.

Otra forma de explicar el concepto de acontecimiento emocional es utilizando la metáfora del pliegue en los marcos de interpretación. Me refiero a que todo nuevo movimiento social, y en este caso me referiré al feminismo de la segunda ola, es una forma singular o particular de conciencia social, una nueva subjetividad que se genera en los intersticios de lo ya significado. El movimiento feminista en los años 70, en sus primeras manifestaciones, se construye contra el sentido común, es decir, contra la norma masculina. Es un movimiento percibido como extraño, que dice lo indecible, que piensa lo impensable. El éxito del feminismo no descansa en su narrativa, en el contenido abstracto y universal de lo que significa el patriarcado, sino más bien en la capacidad de alinear los cuerpos y de traducir el sufrimiento de las mujeres dentro de una narrativa que estructura un tiempo nuevo histórico. Es decir, se origina por una experiencia subjetiva, de carácter emocional, en términos de extrañamiento o desidentificación con el entorno. El carácter emocional del acontecimiento tiene unas reglas de significación diferentes a la intertextualidad lingüística. Está abierto a la interrupción, precisamente por el carácter pre-reflexivo que contiene la dimensión sensorial de los afectos o emociones, por la modificación corporal y experiencial que esto significa.

Mi tesis es que el feminismo politiza una experiencia emocional que ya había acontecido. Cuando digo politizar, quiero decir que hace inteligible, que interpreta y legitima socialmente una serie de certezas corporales que ya tienen las mujeres con categorías nuevas. El sufrimiento de las mujeres fue una fase creativa, en la que todavía se balbucea, no se entiende bien lo que ocurre, no hay lenguajes o narrativas que den coherencia. El malestar es un estado de desorden y de apertura a la vez que de innovación. En este sentido la propuesta expositiva consiste en atravesar la experiencia del malestar que padecieron las mujeres, expresada en primera persona, y recogida en forma de voces y testimonios orales.

Manifestation féministe à Bilbao dans les années 1980. © Elena Sarasola

Manifestación feminista en Bilbao años 80.

Centro de Documentación de Mujeres Maite Albiz Emakumeen Dokumentazio Zentroa.

Miren Llona - La Exposición es una magnifica demostración de eso que llamamos usos públicos de la historia, es decir subyace en la organización de la muestra una ambición de aproximar al gran público, por medio de nuevos canales y formatos de difusión del conocimiento, la historia reciente de las mujeres y de las relaciones de género. Esto significa también un gran esfuerzo colectivo por aunar voluntades, colectivos, visiones, incluso formas de colaboración dispares. ¿Cuál ha sido el proceso, me imagino que largo, hasta llegar a la recreación material e inmaterial del movimiento feminista de la segunda ola a través de una Exhibición?

 

Mercedes Arbaiza - Es así, tal y como lo afirmas. Una exposición de estas características solo es posible si se cuenta con la firme voluntad y el compromiso de muchas mujeres que, desde distintas instancias, han decidido colaborar en este proyecto. Te explico cómo ha sido. En primer lugar, quiero reconocer que hacer la historia del movimiento feminista era un desafío temático y político. Me animé a ello porque contaba con el apoyo y la experiencia de mi Grupo de investigación, Experiencia Moderna, que lleva veinticinco años dedicado a los estudios de género e historia y con la colaboración de los investigadores/as del grupo, que no han dudado en facilitar documentación trabajada en sus investigaciones. Quiero hacer una mención especial a la historiadora Maialen Aranguren, que está llevando a cabo una tesis doctoral sobre este tema y ha ejercido una labor como documentalista imprescindible, sin la que hubiera sido imposible llegar a cierto nivel de profundidad en contenido expositivo.

Quiero, en segundo lugar, señalar que hemos contado, además, con la colaboración de muchas personas que han ido cediendo sus fondos particulares, sin cuya colaboración hubiera sido imposible hacer este recorrido por la experiencia colectiva del movimiento feminista. Mostramos objetos materiales que las mismas feministas han ido guardando y custodiando, porque para ellas era importante. En este sentido, reconstruir la historia y la memoria del feminismo en Bizkaia ha sido posible gracias a los veinticinco años de recopilación, custodia y clasificación de documentos de carácter histórico del Centro de Documentación de Mujeres Maite Albiz. El Centro es una iniciativa que se inscribe en el corazón del movimiento feminista en Bizkaia, y que ha llevado a cabo una tarea silenciosa, tenaz y persistente. Su labor ha hecho posible que hoy tengamos a nuestra disposición un patrimonio cultural feminista de enorme valor. Su compromiso con este proyecto ha sido esencial. Contamos con una colección de carteles muy rica en contenido y cronología, así como una serie de pegatinas de contenido profundamente trasgresor, además de las revistas del movimiento, las actas de las reuniones y los libros. En la Exposición se han mostrado algunas voces en primera persona que narran experiencias sobre cómo romper las normas de género, cómo ser mujer de otra manera. Hay además anotaciones a mano, tachaduras, debates dentro de un mismo texto. Quiero decir, todo el material expuesto son trozos, a modo ‘patchwork’, de una experiencia personal y colectiva. Tiene el sello de las protagonistas.

Toda exposición necesita, por otra parte, un material gráfico que ilustre los momentos importantes del movimiento. Tuvimos mucha suerte. Gracias a la cesión de imágenes de Mikel Alonso, el gran fotógrafo de la Transición en el País Vasco, obtuvimos algunas imágenes muy emocionantes, como la del primer 8 de marzo que se celebró en Bilbao en 1977. Por otra parte, la fotógrafa Elena Sarasola, una testigo ocular del feminismo de los años ochenta, digitalizó su colección de fotogramas de gran valor, que nos cedió. Contamos con una colección de imágenes imprescindibles y de gran belleza para echar a andar este proyecto.

Primer 8 de marzo celebrado en Bilbao en 1977. © Mikel Alonso

Primer 8 de marzo celebrado en Bilbao en 1977.

Por último, quiero reconocer la apuesta que ha hecho la Dirección de Igualdad de la Diputación Foral de Bizkaia por este proyecto, desde el principio. Su compromiso con el feminismo se ha materializado en el apoyo financiero a una idea que podría resumir así: nació en el seno del Grupo de Experiencia Moderna de la Universidad, estableció una alianza con el Centro de Documentación de Mujeres Maite Albiz, y ha tenido la suerte de cruzarse con un artista brillante, de gran talento, Eduardo Hurtado, y con todo su equipo, la Prodigiosa, que ha echado el resto en esta exposición. Considero que esta es una colaboración ejemplar entre ciencia, ciudadanía, arte y la gestión de lo público.

Miren Llona - ¿Contribuye este tipo de uso público de la historia a convertir la memoria colectiva del feminismo en un patrimonio de toda la sociedad y en un referente político imprescindible para todos/as?

 

Mercedes Arbaiza - Sí, pero con mucha cautela. No queremos cerrar el pasado, sino abrirlo. El slogan de nuestro grupo de investigación es “Otro pasado es posible”. Quienes hemos materializado esta Exposición somos conscientes del frágil orden de género, sometido, como siempre en el quehacer historiográfico, a la integración de nuevas voces y de nuevas memorias. En este sentido, vivimos un presente urgido por un feminismo en movimiento y siempre en construcción. De hecho, en la Exposición los restos de los materiales utilizados están a la vista. Se pueden ver los botes vacíos de pintura, los trozos de plástico que no se han usado. La atmosfera es de activismo.

Como cualquier narrativa histórica lo que aquí se plantea es una interpretación. Hay márgenes, sombras y esquinas. Los biombos se pueden cerrar y abrir, se pueden colocar de otras formas y tienen, además, la capacidad de adaptarse a los diferentes espacios en los que desplieguen. No son elementos estáticos, sino que están en movimiento. Las paredes de la Exposición se mueven, cambian, se pueden expandir y se pueden plegar. Nunca nada es definitivo.

Biombos en la Exposición Zutik Zutik Zutik, septiembre 2021

Biombos en la Exposición Zutik Zutik Zutik, septiembre 2021.

Toda exposición busca producir una experiencia. Buscamos esa interacción entre quien visita la Exposición y aquellas mujeres feministas que, de forma anónima y muy precaria, dejaron su huella en estos documentos escritos, visuales y gráficos. Cuando se entra en el espacio de la Exposición se encuentra un material que se puede tocar y leer. No hay documentos originales. Todo el material son reproducciones y fotocopias de carteles, pasquines, fancines, pegatinas y libros. Hemos querido, a propósito, alejarnos de una relación con los objetos, como si fueran piezas intocables a admirar con nostalgia. Que los objetos cobren vida y que los afectos circulen entre las mujeres, las protagonistas de aquellos años, y las que lo visitan.

Miren LlonaEn relación con el período que llamamos de Transición política en España, el feminismo es una parte decisiva en la intervención popular que logró instaurar un régimen democrático tras la dictadura de Franco a partir de 1975. En ese sentido, ¿la memoria de las luchas feministas permite afirmar, como lo hace Ricard Vinyes, que la dictadura murió en la calle?

 

Mercedes Arbaiza – Efectivamente, el Movimiento de Liberación de la Mujer explota en España en 1975 tras un periodo de latencia y de clandestinidad. La historiadora Mary Nash lo explica bien en su obra, el feminismo ya estaba aquí antes de su eclosión. Si bien es verdad que todavía de forma difusa y apenas organizado. Me refiero a los llamados grupos de autoconciencia, a los círculos de mujeres en los partidos de izquierda o al mismo movimiento ‘self-help’. Eran prácticas feministas de liberación corporal y sexual a través de las cuales se fueron destruyendo tabúes y miedos, aprendidos dentro de aquel ambiente nacional católico franquista en el que se habían educado. Considero que hay que interpretarlos como gestos de poder de las mujeres. Muchas de las mujeres entrevistadas con motivo de esta exposición reconocen que la revolución sexual del 68 derivó en una revolución sexual propia, feminista. “Think in Clitoris” era su lema y, no cabe duda, que significó una ruptura extraordinaria con la sexualidad de las mujeres. Es en este ambiente, de la primera mitad de los años 70, en el que se leyeron las obras de las pioneras, de Kate Millet, Shulamith Firestone, o de Simone de Beauvoir.

En mi última publicación, en la que estudio el malestar de las mujeres en España en los años sesenta, he comprobado que las mujeres ya se habían girado contra los hombres antes de que el feminismo desplegara su narrativa7. Y aquí vuelvo a la idea del ‘acontecimiento emocional’. He analizado algunos productos culturales de la época, como el cine, la novela o las canciones populares, y he observado que, de forma muy intuitiva, como siempre, la ficción artística anticipa un mundo de preocupaciones femeninas que hoy reconoceríamos como feminista. Un ejemplo paradigmático es la novela de Miguel Delibes, Cinco Horas con Mario, escrita en 1967 y representada hasta nuestros días en el teatro español. El soliloquio de su protagonista, Carmen Sotillo, una mujer ya madura, conservadora políticamente, es un ejemplo magnífico del extrañamiento que experimentan las mujeres hacia los hombres, en cuanto que maridos8. Carmen representa una nueva posición en el amor conyugal. Está inspirada en la película americana ¿Quién teme a Virginia Woolf?, producida en 1966 por Mike Nichols, y que hizo furor entre las amas de casa españolas. También canciones tan populares como la de Mari Trini, Yo no soy esa, en 1970, evoca aquella de Leslie Gore, en 1963, titulada You don´t own me, y que se convertirá en un lema feminista muy repetido, “yo soy mía”9. Son expresiones de la ira de las mujeres contra los hombres, que unos años más tarde se interpretaron políticamente bajo la teoría del patriarcado.

Lo que quiero decir es que se observa un agenciamiento entre las mujeres, que lo entiendo como una predisposición a la renegociación de las relaciones afectivo-eróticas y del pacto conyugal sobre el que se había construido el capitalismo del bienestar. Ya ves, en los años 60 las mujeres todavía no reivindicaban sus derechos en nombre de la categoría ‘mujer’ como identidad oprimida, pero sí que habían experimentado a los hombres como un ‘otro’ exterior a sí mismas, como responsables de su malestar. Son resistencias anónimas que muestran que el imaginario franquista de lo que significaba ser mujer había cambiado. Son prácticas de alteridad, y serán leídas en términos de patriarcado. Por eso en diciembre de 1975, justo un mes después de la muerte del dictador, y en el contexto de la Declaración del Año Internacional de la Mujer, proclamado por la ONU, el movimiento feminista estalló como una olla a presión. Quinientas cincuenta personas, representantes de distintos grupos feministas del Estado español, organizaron la primera gran asamblea en Madrid, en la se aprobó lo que iba a ser la agenda feminista de la Transición.

Miren LlonaEsa agenda feminista a la que te refieres es la que impulsó las conquistas democráticas de las mujeres, (el derecho al divorcio, los anticonceptivos, el derecho al aborto), y que tú vas mostrando a lo largo de los 25 años de recorrido de la Exposición. ¿Rompen esos logros feministas la cronología política convencional de la Transición, cuya cumbre se sitúa en la Constitución del 78? ¿Nos permite el feminismo reescribir el pasado y establecer nuevas lecturas críticas, alejadas de la unilateralidad de la historia política?

 

Mercedes Arbaiza – Lo primero que hay que afirmar es que el movimiento feminista contribuyó con todas sus fuerzas al derribo del edificio franquista. Yo diría que aceleró el tiempo político, ya trepidante de la Transición. Demostró su fuerza política abogando por el reconocimiento de un nuevo sujeto político, ‘la mujer’, así, en singular, como se expresaba en los años 70. Pero, además, y esto es lo interesante respecto al tiempo de la Transición, el feminismo obligó a enfocar la cuestión del poder de una manera diferente. Al hacer suyo el lema “lo personal es político” desplazó el conflicto social hacia un espacio invisible para la política tradicional, el que tiene que ver con la sexualidad, el cuerpo, lo doméstico y la reproducción, hasta entonces cuestiones privadas. Puso en la mesa de la negociación del pacto constituyente nuevos derechos apenas enunciados por las fuerzas políticas.

El movimiento feminista le dio un contenido de género a una campaña que había calado en los años 70; me refiero al movimiento a favor de la amnistía para los presos políticos. En la impresionante campaña de 1976, bajo el lema “amnistía para la mujer”, las mujeres reivindicaron la supresión de los delitos llamados ‘femeninos’ del Código Civil y del Código Penal franquista. Me refiero al consumo de anticonceptivos, el adulterio y el “abandono del hogar”, el aborto y la prostitución. Se fundamentaron como delitos en la medida que agredían a un supuesto código de honor masculino, y se sostenían dentro de un programa de protección de la familia, como unidad social básica, muy propia del nacionalcatolicismo.

Amnistía para la mujer, Cartel Asamblea Mujeres Bizkaia (1976)

Amnistía para la mujer, Cartel Asamblea Mujeres Bizkaia (1976).

En este sentido, se rompe con la cronología convencional de la Transición. La conquista de los derechos femeninos tuvo su propio tiempo. Las movilizaciones feministas se prolongaron más allá del pacto constitucional en 1978. Considero que el pacto constituyente, desde la perspectiva feminista, no se cerró hasta la Ley Orgánica 9/1985 en la que se despenalizó el aborto inducido bajo tres supuestos: el riesgo de la salud de las madres, la violación y/o la malformación del feto. Es verdad que aquella Ley no satisfizo las demandas feministas, sin embargo, supuso una conquista política que se incluyera este asunto en el pacto de la naciente democracia. Hubiera sido impensable esa Ley sin la movilización que se produjo entre 1979 y 1982, tomando Bilbao como epicentro, en torno a los Juicios por aborto a las 11 mujeres. Mi tesis es que aquellas mujeres trabajadoras entraron culpables en los tribunales posfranquistas, en 1979, y salieron absueltas en 1982. La sentencia de 1982 muestra el cambio que se había producido en la percepción de la sociedad española respecto a la política feminista: el derecho a la disposición del propio cuerpo, el derecho a una maternidad libre y deseada o la separación entre sexualidad y reproducción. En este sentido, la memoria del feminismo sobre la Transición apunta hacia una temporalidad diferente a la convencional.

Manifestación en torno a los juicios por aborto de las 11 mujeres de Bilbao 1979. © Mikel Alonso

Manifestación en torno a los juicios por aborto de las 11 mujeres de Bilbao 1979.

Miren Llona¿Por qué el movimiento feminista rechazó la Constitución de 1978 y qué contenidos quería inscribir en ella?

 

Mercedes Arbaiza – Ya ves, porque las aspiraciones feministas no estaban a priori garantizadas en la Constitución de 1978. Denunciaron, en primer lugar, su expulsión de la comisión constituyente. El feminismo desconfió profundamente de los términos en los que se planteó el principio de igualdad de todos los españoles del Artículo 14; o sobre la igualdad ante el trabajo, en el Artículo 35. Se percibía un enorme grado de inconcreción en estos artículos que no aseguraba sus demandas de igualdad entre los géneros. Se demandó, por ejemplo, un desarrollo constitucional que reconociera el principio de la coeducación, también el valor del trabajo doméstico, como origen de la dependencia de las mujeres y de la desigualdad económica. El movimiento feminista rechazó el contenido de los artículos que regulaban los vínculos familiares, como el del matrimonio, en el Artículo 32, por no considerar la separación entre matrimonio civil y eclesiástico; o como el Artículo 39, sobre la protección que se establece sobre la familia, diferenciando entre hijos dentro y fuera del matrimonio. Se exigió la abolición de la familia en cuanto que institución patriarcal, la protección del individuo sin distinción de sexo, o la filiación única, para eliminar las diferencias entre los hijos habidos dentro y fuera del matrimonio.

El texto constitucional tampoco recogía algo fundamental para las mujeres, la necesidad de legalizar el derecho al aborto. No cabe duda de que se creaba un vacío legal bajo el principio ambiguo del Artículo 15, que dice que “todos tienen derecho a la vida”, sin precisar a quién se refiere con “todos”. El debate se centraba en si eran todas las personas o si alude también al embrión nonato. Esta ambigüedad calculada generó tensión en un ambiente moral conservador.

Miren LlonaSe trata de una Exposición que recorre la trayectoria del movimiento feminista en un pequeño territorio del País Vasco, como es Bizkaia, pero ¿es representativa esa forma de organización y de protesta de las mujeres, de una dinámica más amplia que podemos trasladar al Estado español, incluso que podemos reconocer a nivel internacional?

 

Mercedes Arbaiza – Por supuesto. La Exposición está presidida por una gran pancarta que reproduce exactamente la que se colgó en un balcón de Londres en el Año Internacional de la Mujer de 1975, y que resume bien el contenido internacional del feminismo de los 70. Decía así “Women of the World Unite”. Con esto queremos reconocer que el movimiento feminista que surgía en Bizkaia forma parte de la segunda ola internacional del feminismo, siguiendo la autopercepción de Kate Millet. Soy consciente que se está problematizando este concepto de ‘segunda ola’, por su carácter etnocéntrico y por el contenido homogéneo de la experiencia feminista que contiene. Sin embargo, considero que tiene sentido seguir utilizándolo porque sirve para explicar la simultaneidad espacial y temporal de una experiencia colectiva, aunque singular, que modificó las formas de percepción y de relación entre hombres y mujeres. El feminismo fue, y es, un movimiento que atraviesa las fronteras territoriales porque diluye las identidades nacionales, así como las de clase. En concreto, el feminismo de la segunda ola estuvo protagonizado por una generación de mujeres desencantada de los movimientos de emancipación de los 60. Una generación protagonista de las protestas hippies de California, de los acontecimientos del 68 en París o del movimiento por los derechos civiles de Estados Unidos. En España habían participado en el movimiento estudiantil y ciudadano de resistencia antifranquista. Esta ola pasó por España, como decía, en los setenta; comienza en las Primeras Jornadas por la Liberación de la Mujer en 1975 en Madrid, sigue por Barcelona, en mayo de 1976, en las Jornades Catalanes de la Dona, pasa por Euskadi y por Valencia, en diciembre de 1977, y así en otras comunidades españolas10.

Además, permíteme traer de nuevo aquellos sucesos en torno al proceso judicial que se puso en marcha contra las 11 mujeres de Basauri en la Audiencia Provincial de Bilbao, que he mencionado antes. El balance político que hago, a propósito de este juicio, es que la interlocución política feminista salió fortalecida gracias a las sucesivas campañas de desafío al orden institucional, campañas bien coordinadas por las asociaciones feministas de todo el Estado español. La estrategia fue la ocupación de las calles, mociones en los ayuntamientos democráticos recién constituidos, solicitando la amnistía para las mujeres procesadas, así como encierros en los centros del nuevo poder institucional. Ya ves, realmente el movimiento feminista llevó a cabo una política de desmantelamiento de las estructuras franquistas de forma coordinada en todo el Estado. La Federación de Organizaciones Feministas del Estado Español tuvo, y sigue teniendo, un papel fundamental en la definición de las políticas que afectan al contrato social. En este espacio se diseñó la campaña “Amnistía para la Mujer”; surgió el Proyecto de Ley de Divorcio de 1979; la propuesta de Ley para la Interrupción Voluntaria del Embarazo en 1982; o las campañas por la modificación del Código Penal ya en los 90. Además, muchas mujeres feministas que practicaban la doble militancia trasladaron a los partidos políticos de izquierdas estas demandas que se concretaron en propuestas debatidas en el marco institucional español de los 8011.

Denuncia de la violencia contra las mujeres años 80. Exposición Zutik Zutik Zutik, septiembre 2021

Denuncia de la violencia contra las mujeres años 80. Exposición Zutik Zutik Zutik, septiembre 2021.

Miren LlonaLa Exposición muestra una trayectoria en la que el movimiento feminista pasa por diferentes momentos ¿En qué se hace visible durante los años setenta la influencia del espíritu del 68? ¿’Lo personal es político’ es la gran aportación de ese movimiento social y cultural del 68?

 

Mercedes Arbaiza – Te lo voy a responder contándote una situación que se produjo en la España tardofranquista en el año 1968. Resulta que el prestigioso psiquiatra Carlos Castillo del Pino, inscrito en la corriente marxista sobre la conciencia crítica, dictó ese año una conferencia en el Aula Magna de la Universidad de Sevilla, ante una sala abarrotada de jóvenes estudiantes con más de ochocientas cincuenta personas. La conferencia se tituló “La alienación de la mujer”12. Castilla del Pino reconocía el carácter específico que tenía para la opresión de las mujeres sus relaciones afectivo- eróticas. Lo resumía afirmando que “la mujer es para el varón un objeto erótico” y esto es, según él, lo que conduce a la destrucción íntima de la relación amorosa, que ella creía auténtica y profunda. Ya ves, se sentía interpelado por las tesis del feminismo radical, resumidas en el famoso manifiesto publicado en Nueva York ese mismo año bajo el título “Las políticas del yo: un manifiesto para las feministas radicales de Nueva York”. Pero, a la vez, con esto quiero responderte, el psiquiatra criticó duramente la autoridad epistémica del feminismo radical. Calificó la entonces extravagante propuesta del patriarcado de errónea y de inútil, por dos motivos: primero, porque reconocía que ejercía una acción política sobre una experiencia de carácter subjetivo, que es el extrañamiento de las mujeres hacia los hombres. Y para el pensamiento marxista “lo personal es político” atenta contra las bases ilustradas de la política; segundo, por la suposición de un antagonismo irreducible entre hombres y mujeres, y la necesidad de una lucha específica de las mujeres. Y, claro, esto trae como consecuencia política la ruptura del cuerpo social y la imposibilidad de una emancipación del conjunto de la humanidad.

¿Por qué tuvo, entonces, tanto éxito la propuesta del feminismo radical de “lo personal es político”? En primer lugar, porque formaba parte de ese latido existencial y vitalista de los años 60. Es un espíritu de época, que se expresa en los cuerpos sueltos heredado de bailes como el foxtrot, boogie-woogie o jazz, cuya virtud, si te das cuenta, es la improvisación y la experimentación. Nace en una atmósfera muy concreta, un tiempo de acelerones, y que yo lo interpreto como un signo de fatiga de las utopías, de las narrativas modernas. La juventud renegó de la fuerte carga semántica de la memoria heredada de sus padres. Este presentismo propio de la contracultura hacía insoportable la cultura del sacrificio, entendido como la renuncia a la experiencia de la realización del deseo en un futuro inmediato, que promovía la memoria política de la Guerra Civil en España, y también de la postguerra en Europa. Las mujeres de los 60 se vieron emplazadas a expresar abiertamente su deseo y tomaron la iniciativa en el amor romántico. La autoridad epistémica del feminismo radical descansa en la legitimidad social que dotó a la expresión del sufrimiento de las mujeres. Es decir, dejaron de ser experiencias privadas y ganaron un espacio de reconocimiento social que Sara Ahmed resume bien, “no estamos solas” “no estamos locas” “no estamos equivocadas”. Aquí radica la política de las emociones. Se creó un ambiente de fuerte subjetivismo, en el que las mujeres se giraron sobre sí mismas, y se enfrentaron a la pregunta sobre la identidad: quiénes eran, por qué sufrían. En este sentido, “lo personal es político” se vivió como un instante de auto-reflexividad de las mujeres que deviene en un movimiento de liberación hasta identificarse como feministas.

Miren Llona Durante los años 80, momento de consolidación del movimiento autónomo, hay una gran riqueza identitaria y maneras diferentes de vivir el feminismo. Se desarrollan, entonces, lo que han sido las grandes aportaciones que ha hecho el feminismo de la segunda ola. ¿En qué consisten esas aportaciones?

 

Mercedes Arbaiza – Sí, es interesante comprobar cómo el feminismo se consolidó en estos años, sobreviviendo a la etapa de desencantamiento y de crisis de las utopías. En los 80 el movimiento se repliega sobre sí mismo, cerrando la etapa de pulsión por la urgencia de la reforma política de la Transición. Las precursoras, las feministas de la primera generación, recuerdan aquellos años 80 con cierto desgarro por los fuertes debates y tensiones internas. Sin embargo, el análisis histórico evidencia que el feminismo de los 80 y 90 renovó su vitalidad al reforzar su dimensión cultural. El feminismo en esta época se vuelve una práctica transversal, una forma de ser y de sentir.

Zona liberada de agresiones a las mujeres, Campaña de la Asamblea de Mujeres de Bizkaia (1988). © Elena Sarasola

Zona liberada de agresiones a las mujeres, Campaña de la Asamblea de Mujeres de Bizkaia (1988).

Centro de Documentación de Mujeres Maite Albiz Emakumeen Dokumentazio Zentroa.

En los años 80, efectivamente, afloraron las sensibilidades ya latentes en la configuración del movimiento, en las Primeras Jornadas en 1977. En la Jornadas de Granada en 1979 se vivió con intensidad la escisión del feminismo. Se evidenció que no había una única forma de ser feminista y, por lo tanto, tampoco una única estrategia política. A mi juicio, esta es la clave de su consolidación, aunque parezca una contradicción. Se configuró un mapa caleidoscópico en espacios, miradas y maneras de practicar el feminismo. Estallaron propuestas y prácticas feministas divergentes en sus formas de entender la política, lo que dio lugar a diversas organizaciones en su seno. Además, en el feminismo vasco, la dinámica nacional atravesó el movimiento. Muchas feministas se sintieron escindidas entre la identidad de género y las identidades nacionales. Se vivió con gran tensión personal y política, ya que en los años 80 se concebían las identidades de forma muy monolítica. Y, sin embargo, en sus mismas prácticas, las mujeres demostraron que las identidades son complejas, tomando partido respecto a otras “opresiones”, además de la de género. Tuvieron que modular sus pertenencias vitales a través de alianzas con otras organizaciones. Eso sí, preservando, como bien afirmas, un rasgo propio, que es su autonomía, que no es lo mismo que su carácter unitario. La política sobre las mujeres se dicta desde el movimiento feminista. Esto es lo más genuino y lo que hace que el feminismo se consolide como un movimiento plural. La autonomía fue un valor y un ideal compartido por todas, y lo hemos querido reflejar en la disposición de la Exposición. No hay una única manera de hacer el recorrido, como tampoco hay una única manera de ser feminista. Buscamos de nuevo, a través de los biombos, estructuras abiertas que contienen aristas, pliegues y encuentros. Según el ángulo de visión que se adopte en el espacio expositivo, se producen encuentros entre distintos materiales. Además, el feminismo creó un corpus teórico propio muy sólido sobre el cambio social, la política feminista. Construyó nuevas categorías de análisis en una serie de espacios de poder propios, transformando para mucho tiempo las relaciones de género. Me refiero a la revolución sexual y el deseo femenino, a la introducción de la reproducción y del trabajo doméstico, hoy diríamos del cuidado, dentro de la economía política; a la modificación de la carga de la culpa en las agresiones sexuales y violencia contra las mujeres, a la visibilidad política de otras formas de amar lesbo-feministas, y también a la coeducación. Le demos dedicado un espacio en la Exposición a cada uno de ellos.

Miren Llona En el contexto del Estado español, los años 90 hablan de un cierto declive del movimiento autónomo y de una institucionalización del movimiento feminista y en la Exposición ese momento marca un punto final cronológico.

 

Mercedes Arbaiza – Efectivamente, hay una fecha, la de las Terceras Jornadas Feministas en Euskadi, en 1994, que marca un punto de inflexión en el feminismo de la segunda ola. Son los años del repliegue o de la resaca, por utilizar la metáfora de la ola. Me refiero a la reacción social que pretende restablecer el orden de género destruido. Se reconoce, por un lado, que el movimiento había perdido fuerza, que había mostrado ciertos signos de agotamiento. En esas mismas Jornadas, tú misma, como portavoz, señalaste, con gran acierto, que una parte del programa de la política feminista ya había sido interiorizado por la sociedad en su conjunto. En este sentido, el feminismo había llegado para quedarse, y dejabas la pelota, si recuerdas, en el tejado de los hombres y de las masculinidades. No cabe duda de que fuisteis visionarias.

Cartel de las III Jornadas Feministas de Euskadi 1994

Cartel de las III Jornadas Feministas de Euskadi 1994.

Centro de Documentación de Mujeres Maite Albiz Emakumeen Dokumentazio Zentroa.

Miren Llona La radicalidad que muestra el movimiento feminista autónomo en sus manifestaciones, panfletos, denuncias, ese carácter antisistema que proyecta ¿es compatible o puede convivir con un movimiento feminista institucional que, en cierto modo, respeta el orden establecido?

 

Mercedes Arbaiza – La respuesta a esta pregunta hay que situarla históricamente. El Estado no representa siempre lo mismo y por lo tanto el carácter antisistema del feminismo puede tener diferentes estrategias. No cabe duda de que lo que planteas en esos términos fue uno de los debates más enconados dentro del feminismo vasco en los años 80. A mi juicio, tiene su origen en las particularidades políticas de la Transición en España, y particularmente en Euskadi. Las mujeres que impulsaron lo que se llamó el ‘feminismo institucional’ provenían de la corriente autodenominada ‘feminismo socialista’, en un sentido amplio del término, y participaron de la cultura de confianza hacia el Estado como instrumento de transformación social. Quienes provenían de las corrientes socialistas o comunistas no renunciaron a estas vías de transformación social. Defendieron, a lo largo de la Transición, que las demandas de igualdad se canalizaran, como en otros países europeos, a través de las nuevas instituciones democráticas. Ahí están algunos resultados como las ‘concejalías de la mujer’, ‘las secretarías de la mujer’ en los partidos políticos y sindicatos, así como la constitución del Instituto de la Mujer en 1983. En la Comunidad Autónoma Vasca este movimiento se materializó en la conformación de Emakunde, el Instituto Vasco de la Mujer, en 1988.

Por otro lado, las mujeres militantes de la izquierda radical, y que tuvieron un protagonismo importante en la Asamblea de Mujeres de Bizkaia, participaron de una cultura antiestatista muy crítica con el carácter reformista de la Transición. Esta cultura salió muy reforzaba con la desconfianza feminista hacia el Estado, en cuanto que estructura genuinamente patriarcal. Desde la reprobación del pacto transicional, el feminismo inscrito en la izquierda radical fue intransigente con cualquier movimiento que aceptara una dinámica de integración en las nuevas instituciones democráticas.

Sin embargo, el debate sobre el ejercicio del poder, y la relación con el Estado y las instituciones, cambió de contenido y de énfasis en los años 90. Tanto es así, que se promovieron partidos feministas y otras plataformas electorales locales, como Plazandreok, creada en 1995. Pero esta estrategia forma parte de otra época histórica.

En cualquier caso, quiero acabar afirmando, que el feminismo como movimiento tiene una matriz contracultural que le mantiene vivo y en construcción. Siempre que el feminismo mantenga su vitalismo existencial, que da cuerpo a lo personal es político, seguirá fuerte y atravesará la política.

 

 

Bilbao, 14 de mayo de 2022

Unfold notes and references
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1

ZUTIK es una palabra en euskera que significa “en pie” y que da comienzo al himno del movimiento feminista en el País Vasco con la siguiente frase “Zutik emakumeak hautsi gure kateak”, que significa, “Mujeres en pie, rompamos nuestras cadenas”.

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4

https://streaming.bizkaia.eus/Lantik/ENPLEGUA/Expo%20Diputacion.mp4. Vídeo sobre la Exposición con voces de sus protagonistas y vista de la estructura en forma de biombos, así como del ambiente de activismo feminista, que presidía el recorrido de la misma. La Exposición fue financiada por la Diputación Foral de Bizkaia y se exhibió durante el mes de septiembre de 2021 en Bilbao y el primer trimestre del año 2022 en la Facultad de Ciencia Sociales y de la Información de la Universidad del País Vasco.

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5

José Javier Díaz Freire, “Cuerpo a cuerpo con el giro lingüístico”, Arenal: Revista de historia de las mujeres, vol.14, nº1, 2007, p. 5-29.

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6

Monique Sheer, “Are Emotions a Kind of Practice (and is that what makes them have a history)? A Bourdieuian Approach to Understanding Emotion”, History and Theory, vol. 51, nº 2, 2012, p. 193-220.

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7

Mercedes Arbaiza Vilallonga, “El malestar de las mujeres en España (1956-1968)”, Arenal: Revista de historia de las mujeres, vol. 28, nº2, 2021, p. 415-445.

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8

Miguel Delibes, Cinco horas con Mario, Barcelona, Ediciones Orbis, 1984.

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9

Leslie Gore interpreta You don’t own me https://www.youtube.com/watch?v=JDUjeR01wnU (fecha de consulta 20/05/2022). Mari Trini interpreta Yo no soy esa https://www.youtube.com/watch?v=1lAM24XuuNM (fecha de consulta 20/05/2022).

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10

Ponencias de las diferentes Jornadas feministas convocadas en el Estado Español y en el País Vasco. https://emakumeak.org/web/jornadas (fecha de consulta 20/05/2022).

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11

Entre 1979 y 1980, el Movimiento Comunista de Euskadi (EMK) y el Partido Comunista de España (PCE) presentaron proposiciones de ley “en defensa de protección del aborto” en el primer caso, y de “regulación de la interrupción voluntaria del embarazo” en el segundo.

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12

Carlos Castilla del Pino, Cuatro Ensayos sobre la mujer, Madrid, Alianza Editorial, 1971.