Los destinos de las colecciones antropológicas en la Argentina contemporánea
Allá por 1878, el ex presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), tras subir setenta bien contados escalones a paso lento pero sostenido, llegó al primer piso del Teatro Colón de Buenos Aires, capital de la provincia del mismo nombre1. En una suerte de delirio, quizás causado por su edad, creyó estar en el portal del infierno de Dante, por lo menos tal como lo presentaban las ilustraciones de Gustave Doré.
El antiguo teatro Colón (ángulo superior derecho), sede del Museo Antropológico del joven Francisco Moreno
Se trataba, en realidad, de la entrada al Museo Antropológico y Arqueológico de la Provincia, alojado en las plantas altas del teatro, situado, desde 1857, en uno de los lados de la plaza 25 de Mayo (actual Plaza de Mayo), en el predio de un cementerio colonial, lleno de fantasmas y conocido como hueco de las ánimas. Se había inaugurado en agosto de 1878, luego de que el Ministro de Gobierno, Vicente Quesada (1830-1913)2 aceptara la colección de Francisco Pascasio Moreno (1852-1919) y las condiciones estipuladas en el acta de donación: “más de quince mil ejemplares de arqueología y antropología argentinas ó de Ciencias Naturales que se relacionan con su estudio” reunidas “personalmente durante mis viajes garantiendo su autenticidad”3. En ese escritura, Moreno asumía como obra suya los regalos de otros y subsumía bajo su autoridad los hallazgos de procedencia dispersa4.
Travesía del Lago Cocito según Gustave Doré
Dante Alighieri, L’Enfer, Paris, Hachette, 1862
“La humana comedia según el joven Moreno”, decía Sarmiento, pensando probablemente en la travesía de las aguas heladas del lago Cocito, en el noveno círculo del infierno, donde los ojos de los traidores a la familia miraban a los poetas asomando desde las aguas. En el museo de Moreno, en cambio, los ojos vacíos y las calaveras, sin piel ni pelo, de varias decenas de indios y de algunos blancos miraban a Sarmiento desde arriba, alineados en estantes. Sarmiento, por su parte, diferenciaba entre las imágenes infernales evocadas por la poesía y la exhibición científica de los huesos de los seres reales:
“Con estas reflexiones, los poetas modernos que no alinean palabras en verso, sino objetos naturales en series que dan causas, penetran en el osario antropológico. [...] De todos los ángulos del vasto panteón, os miran sin ver, un millar de cráneos humanos, con sus ojos huecos, negros, sombríos y siempre fijos.”5
Sarmiento reconocía así la importancia de la serie en la ciencia del Siglo XIX y la posibilidad de extraer de la cantidad –no de los nombres, no de los individuos- las claves rectoras de la vida de los grupos humanos6.
Los cuerpos –mejor dicho, los huesos del esqueleto- andaban por otros lados, algunos en la Patagonia, otros arrumbados en cajones, uno que otro exhibido al público. Juntos o separados, las colecciones antropológicas parecían conjurar aquellas viejas desdichas que persiguieron a Séneca y, más tarde, a Francisco de Quevedo: al hombre muerto, el agua lo deshace; el aire, le enjuga; el fuego, lo seca; los gusanos le comen; los animales, lo despedazan; las aves, le pican; los peces, lo tragan. No por nada, los antiguos decían: fácil es la pérdida de la sepultura, inventada para quitarnos de delante los cuerpos hediondos7. El museo decimonónico ideó un lugar para mirarlos. Sin olor, con la promesa de conservarlos para la eternidad. Sin embargo, como muestran las colecciones antropológicas del Museo de La Plata, no alcanzaría para presentarse al juicio final.
Este trabajo, refiriéndose a algunos episodios de la historia de esas colecciones, intenta mostrar el desorden constitutivo de su conformación para discutir, por un lado, cómo los debates actuales naturalizan una historia que solo existió en las hagiografías y celebraciones de la vida de su fundador. Por otro, cómo en los cuestionamientos a la exhibición y la conservación de los cráneos y esqueletos confluyen las vertientes más diversas. Para ello, en base a entrevistas y la investigación de campo realizadas en 1989, tomaré el caso del Panteón Mapuche de la ciudad de Trenque Lauquen, ciudad del noroeste de la Provincia de Buenos Aires, a 450 km de la capital nacional.
Las colecciones de Moreno y el Museo de La Plata (1878-1910)
Francisco Moreno, el dueño de la colección entregada a la Provincia, era un joven de una familia lo suficientemente acomodada como para disponer de su tiempo y el dinero de su padre y usarlo en estas veleidades. Disfrutaba, a la vez, de los favores del ministro, cultor de los estudios históricos y amigo del progenitor8. “Es protegido de Sarmiento”- decían sus detractores católicos acusándolo, además, de “caballero de la noche”, profanador de tumbas y cementerios9. En efecto, contaba con su beneplácito, expresado en las notas periodísticas del diario El Nacional. Lo apoyaba, además, el entomólogo prusiano Hermann Burmeister (1807-1892), quien desde 1862, dirigía el Museo Público de la Provincia, establecido en 1823 y que, en 1877, estaba situado a pocas cuadras de la Plaza de 25 de Mayo. Burmeister, sin embargo, apenas si dedicó algún afán a los asuntos prehistóricos y antropológicos. A ello, se dedicaban otros jóvenes: entre otros, Estanislao Zeballos (1854-1923, estudiante de ingeniería y abogacía en la Universidad de Buenos Aires; el maestro de escuela Florentino Ameghino (1853-1911) y el -ya no tan mozo- político y comerciante salteño Juan Martín Leguizamón (1833-1881). Todos contaban con una colección particular y un muestrario de esqueletos, cráneos, huesos y antigüedades y se disputaban el estudio de la antigüedad del hombre en el Plata10. Moreno fue el primero que logró que el gobierno de la Provincia se interesara por ellas.
Hasta 1878, cuando las colecciones de Moreno se trasladaron al centro de la ciudad, habían sido almacenadas en distintas dependencias de la propiedad de su familia, seis manzanas del actual barrio de Parque Patricios, el límite sudoeste de la ciudad de Buenos Aires11. La estancia del abuelo materno en la zona de Chascomús había sido, en el ocio de su adolescencia, la fuente de varias piezas paleontológicas, compartidas con los hermanos, quienes luego las dejarían por el mundo de las finanzas. La donación a la Provincia no implicó la entrega incondicional de los objetos. Por el contrario, Moreno se unía por acto de gobierno a su destino: “su” colección no podría “ser dividida en fracciones ni pasar a otros establecimientos que al que servirá de fundamento, no pudiendo nunca ser refundido en otro.” A diferencia de los magnates estadounidenses, fundadores de verdaderos establecimientos privados, Moreno concibió el museo como una empresa subsidiada por el Estado, en este caso provincial. El 13 de noviembre de 1877 el ministro de Gobierno y el gobernador rubricaban su nombramiento como Director del Museo Antropológico y Arqueológico con el sueldo de 5 mil pesos mensuales. El presupuesto de la Provincia de Buenos Aires de 1883, además del cargo de Director, registraba un ayudante con un sueldo de 1000 pesos mensuales y un portero con 500, dando un total de gastos de 6500 al mes o 78 000 al año. Erogaba, por otro lado, 24 000 al año en el alquiler del local y 6 000 en gastos de oficina, es decir, un total de 108 000 anuales. Al Museo Público, por su parte, se le dedicaban 193 800 mientras el Ministro de Gobierno ganaba 17 500 al mes, es decir 210 000 al año12.
El director se comprometía a elevar una Memoria anual expresando los aumentos de colecciones y el resultado de sus viajes de exploración en la República. Por otro lado, debía formar y conservar un archivo de las comunicaciones especiales referidas al mismo establecimiento y proceder a la redacción de los catálogos, antes que a la clasificación científica de los objetos. Las colecciones, hasta la mudanza, se conservarían en la propiedad de la familia del donante, siendo obligación del Director su cuidado, conservación y aumento. Estas consistían en objetos y cráneos de distinta procedencia que dan cuenta de los itinerarios, corresponsales y proveedores del donante. (Ver recuadro adjunto)
Esas colecciones, las visitadas por Sarmiento en 1878, a los pocos años, serían refundidas en otro museo, según los nuevos proyectos de su director que, adaptándose al destino, contrariarían su letra pero también la de las leyes. De hecho, Moreno, en 1880, siguiendo el consejo de Quesada, se refugió en París luego de haber desertado de uno de sus viajes a la Patagonia13. El ministro Quesada le recomendó profundizar sus estudios antropológicos en Europa mientras en Buenos Aires se olvidaban de la causa de su partida. Según la necrológica escrita por Ernesto Quesada –hijo de Vicente- Moreno hizo caso solo a la segunda parte del consejo dedicándose, en cambio, a desarrollar otros aspectos de su personalidad14. Allí empezó a pergeñar la idea de un museo monumental y nacional en la ciudad de Buenos Aires, ahora capital de la Nación. Se desconocía aún el futuro emplazamiento de la administración provincial y la relocalización de las instituciones existentes, entre otras, los museos público y antropológico, la biblioteca y el archivo. Moreno, regresando en 1881 y con todo olvidado, se apresuró a presentar un proyecto para crear un “Museo Nacional de Arqueolojia, Antropolojia é Historia Natural”, que, aprobado en las cámaras parlamentarias, no pasó de los papeles15.
Por el contrario, en 1884, el vetusto Museo Público se nacionalizaba y destruía los planes de Moreno se apuró a renegociar el proyecto con las autoridades de la todavía inexistente ciudad de La Plata, la nueva capital de la provincia que, en 1882, empezaba a construirse a 60 km al sur de Buenos Aires. Así surgiría el nuevo Museo General (y provincial) de La Plata, que con su edificio monumental perdió su carácter específico enfocado en la antropología y la arqueología: el museo englobaba el devenir de la historia sudamericana desde la geología a las producciones industriales contemporáneas. Fundado repetidas veces, hubo de redefinir sus objetivos otras tantas, en pos de sobrevivir a los cambiantes contextos políticos y a las recurrentes crisis administrativas del país. En 1885, en una de sus aperturas, Sarmiento viajó hasta La Plata, esta vez para celebrar la “exhibición científica” de esa pampa salvaje en proceso de extinción16.
El edificio monumental del Museo General de La Plata
El oneroso edificio construido especialmente al efecto no terminaba de llenarse y los sucesivos gobernadores de la Provincia no siempre estuvieron dispuestos a financiarlo. Las cartas del director a los naturalistas viajeros abundan en instrucciones en este sentido: juntar piezas grandes, recolectar cientos de cráneos para impresionar a los políticos y, de esa manera, lograr los fondos para seguir adelante. En ese contexto, ocurren las anormalidades más atroces, las cuales hoy llenan páginas, documentales y novelas que las recrean a su gusto: indígenas prisioneros que pasan a vivir y a morir en el museo, conflictos con las autoridades municipales17, enfrentamientos entre el director y los empleados, que lo desobedecen, venden colecciones y realizan sus propios proyectos gracias a los permisos para cazar y recolectar obtenidos de la gobernación. Los cráneos y esqueletos que ingresan en la segunda mitad de 1880, dan cuenta de ello, pero también del desorden administrativo que rige en el museo y de la incapacidad para registrar lo que entra -muerto o vivo- pero también sale para ser vendido en otro lado.
En el marco del enfrentamiento con Florentino Ameghino (1853-1911), ex subdirector del museo y para entonces, una referencia internacional en el campo de la paleontología, este, en junio de 1889, contestó una carta de un vendedor de fósiles y antigüedades del norte del país, autorizándole a disponer de ella. El destinatario, buscando ruido para promover la venta al Estado de su colección, la publicó en dos periódicos de Buenos Aires: una en La Nación -, el diario del ex presidente Bartolomé Mitre (1821-1906), que censuró los párrafos dedicados al Museo de La Plata-; la segunda, íntegra, en el Fígaro del 28 de junio de 1889. Allí se describía el estado de las cosas, que, verdadero o no, revela una dinámica institucional teñida por la presión de supervivencia para justificar la existencia de dicha institución:
“No le aconsejo que escoja el Museo de La Plata. Ese establecimiento no ofrece la más mínima garantía de seriedad, pues está en manos de un megalómano que sueña y delira grandezas, que, con su continua charla de frases estereotipadas, huecas y sin sentido, está poniendo en ridículo en el extranjero a nuestro país, en donde a menudo por una muestra de mala ley, se juzga del todo en sentido desfavorable. Este establecimiento es un maremágnum, un caos del que solo podría dar una pálida idea el monte-pío de las tres bolas. Allí los objetos pequeños se vuelven mas sutiles que el humo y los grandes toman un aspecto uniforme, la forma esférica (…) Sería de preferir que por todos los medios posibles tratase usted de reunir todas sus colecciones en el Museo Nacional de Buenos Aires. Es cierto que allí no se dispone de local para exponerlas, pero a lo menos serán guardadas cuidadosamente, pues la austeridad del Director de ese establecimiento no lo mueve a formar trofeos de objetos, ni se da bombo, ni estampa comunicaciones hechas con grandes frases rebuscadas y tendenciosamente inspiradas por el propósito de pedir fuertes sumas a los Poderes Públicos; ni hace montar en costosos armazones enormes piezas que no sirven ni para arrojarlas a la basura, destinados a que sean contempladas por aquellos senadores y diputados que no entienden la cosa, a fin de que abran la boca y acuerden luego las partidas que desea. Allí no hay peligro de que un objeto calchaquí aparezca mañana en una colección fueguina. Allí no hay esqueletos de tobas con costillas de fueguino, ni esqueletos de fueguinos con cabeza de toba. Allí no hay insectos de la China en las cajas de los insectos argentinos. Allí no hay cuchillos argelinos de hoz por cuchillos chinos antiguos ni vasos peruanos falsificados, ni tantanes calchaquíes fundidos en Buenos Aires, ni armas polinesias que pasan por americanas, ni fósiles humanos que datan de ayer, ni esqueletos fósiles montados con piezas de géneros distintos, ni se confunden los huesos de elefante con los de un caballo, ni se miden los fósiles por metros cúbicos ni se cuentan los cráneos por miles, ni los hay de vascos que pasan por de indios. Allí no hay fetos de peruanos ya deformados con los que se pretende probar que las deformaciones peruanas (la aymara) son naturales ni fetos de Mylodon encontrados en el vientre de la madre y con la cúspide de las muelas ya fuertemente atacadas por la masticación, así… pero basta porque sería de no concluir. Es seguro que el Museo Nacional no caerá nunca en manos de un charlatán vulgar.”18
Las colecciones, de esta manera, lejos de responder a un plan científico o estatal aparecían como el resultado del capricho y, sobre todo, del desorden producido por la falta de apoyo gubernamental pero también de un cuerpo de asalariados destinados a llevar adelante el rumbo de la institución. En el torbellino de estos enfrentamientos, también en 1889, Estanislao Zeballos, político, novelista y promotor de los estudios científicos en la Argentina, donaría al Museo de La Plata su colección de cráneos y antigüedades realizada en su viaje al país de los Araucanos a fines de la década anterior.
Estanislao Zeballos, representado como explorador en el frontispicio de su Viaje al País de los Araucanos (1881) y caricaturizado en El Mosquito (1883), periódico satírico publicado en Buenos Aires
En efecto, en 1879 Zeballos coleccionó diversos vestigios materiales de los indígenas: el escudo y documentación del cacicazgo de Callvucurá y los restos de los cuerpos de los indios asesinados poco tiempo ha en el marco de la llamada “conquista del desierto”, la campaña militar realizada en 1879 para extender el dominio del Estado Nacional más allá del Río Negro. Zeballos visitaría el campo de batalla guiado por su baqueano indio:
“La Rosa Herrera se había propuesto hacerme ver el campo de batalla a que he hecho referencia y obsequiarme con algunos objetos allí recogidos, para el museo de que ya todos se habían declarado colectores [...] A medida que nos acercábamos leía en los indicios del suelo la escena siniestra que seis meses antes tuviera lugar allí mismo [...] caballos muertos, con su piel casi intacta todavía, lanzas rotas, aperos, ponchos y cadáveres de indios, todo aparecía aquí y acullá en esparcido desorden [...] Los cadáveres de los indios estaban aún en descomposición y la mayor parte tenía aún la carne adherida a los huesos y algunos conservaban fresca la cabeza, con pelo, y las facciones de la cara casi intactas [...] El correntino Salazar tomó parte en este combate, y había derribado al cacique Gerenal, comandante de los indígenas en la acción. Recordaba [...] que el indio había caído cerca de las barrancas del río, de suerte que era imposible no encontrarlo, interesándome vivamente, como sucedía por su cráneo. Lo hallamos, por fin, y la identidad del cadáver fue en breve establecida por los soldados [...] Yo saqué el cráneo con seis vértebras lumbares. Es un cráneo de tipo araucano verdadero, por sus formas grotescas, sin simetría, deprimidas o sobresalientes, y pos su volumen notable. Conservaba aún la piel de tres milímetros de espesor en los parietales y frontal hasta la fosa nasal, con el pelo entre negro y cano. La putrefacción había respetado esta parte, que permanecía en contacto con la salina, y habiéndolo lavado con alcohol y rociándolo con ácido fénico, pude conservarlo durante todo el viaje, para ofrecerlo más tarde al estudio de los profesores, como un recuerdo valioso de mis peregrinaciones por el desierto de la patria, que anhelaba conocer, y también como el cráneo del último cacique muerto heroicamente en defensa de su guarida en el más apartado refugio: en la inhabitable travesía.”19
Pocos se han preguntado cómo Zeballos pudo darle nombre a estos cadáveres descompuestos recogidos en el medio de la pampa para ser depositados en su museo particular y, más tarde, llegar al de La Plata. Alcanzó con darle al cráneo el nombre de Gerenal, esta “figura depredadora”, plasmada ya en la literatura y en las descripciones pictóricas del malón, el ataque rápido y sorpresivo de una partida indígena a caballo contra un grupo enemigo o poblaciones, fortificaciones y establecimientos de los criollos para saquear ganado, provisiones y prisioneros20. Este recurso se complementaría más tarde con el uso de los nombres de los caciques y sus “dinastías” para titular otros libros de Zeballos: “Callvucurá”, “Painé” y “Relmu”, crónicas de su derrota pero también del camino de Zeballos hacia la literatura, el derecho y la política21.
Por otro lado, estos espíritus materialistas bien sabían que en los museos –el de La Plata entre otros- y también en las iglesias, los esqueletos y las reliquias de los santos se montaban con huesos de animales o de individuos que poco se emparentaban entre ellos o con los investidos de santidad. La descripción del reconocimiento del cuerpo de Gerenal se vuelve, de hecho, en el recurso retórico determinante sobre el cual se basa toda la historia posterior. Zeballos no necesitaba de testigos, tampoco de instrumentos ni mediciones, para comprobar asociaciones o certificar sus hallazgos. Y sus lectores, incluyendo en ese grupo a los críticos post-coloniales, le creyeron.
Cuando Zeballos dona los cráneos al Museo de La Plata, llegan ya bautizados y se suman a los de los indígenas allí fallecidos (con identidad conocida y registrada) y los centenares de cráneos acumulados por Moreno desde la década de 187022. El Museo de La Plata, con sus colecciones no catalogadas, sujeto al cambio permanente de objetivos, su única garantía de supervivencia, arribaría al siglo XX con secciones completas sin inventario ni estudios sobre ellas. Las series –mezcladas por el desorden- servían, en este caso, para abrirle la boca y los bolsillos a los políticos.
Colecciones antropológicas en la época de Francisco Moreno, que responden –aproximadamente – a los años de la descrición de Ameghino.
En 1897, sin poder conseguir trabajo en su país, llegaría a La Plata el joven antropólogo alemán, Robert Lehmann-Nitsche (1872-1938) para hacerse cargo de la sección antropológica del museo. En 1910 -moreno ya se había alejado de la dirección del Museo y este ahora formaba parte de la nueva Universidad Nacional de La Plata23- publicaría el primer catálogo de sus colecciones24, donde el carácter contingente en la conformación de las colecciones se hace evidente; allí están, por ejemplo, las procedentes del llamado Museo Bennati-Sampayo, el museo itinerante de un charlatán italiano quien, entre 1870 y 1886, recorrió el cono sur haciéndose pasar por un naturalista viajero del rey de su país25. No solo eso: el catálogo también muestra cómo el mero registro de los objetos ratifica su carácter en ese proceso que el historiador suizo Jakob Tanner ha llamado “poder creador del archivo”26. En el caso de los cráneos araucanos, la obra literaria de Zeballos se volverá central: a pesar que Lehmann-Nitsche al listar los cráneos araucanos pone los nombres propios (los dados por Zeballos) entre comillas, no los suprime27.
Catálogo de las Colecciones antropológicas del Museo de La Plata, 1910
Más aun, consolida el orden e de unas reuniones osteológicas resultantes de una falta, del apuro, de lo provisorio, de la ficción y de la urgencia política por dar sentido a la acumulación de objetos en un espacio cuestionado en varias ocasiones, tanto desde el Gobierno como por los científicos rivales y la prensa. Ese orden incluye las identidades otorgadas a los cráneos en distintos momentos de su historia pero nunca comprobadas, un hecho que, tomando el caso de las colecciones del Museo Lombroso en Turín, no es nada menor por las consecuencias que siguen generando en el presente28.
En 1927, el mismo Lehmann-Nitsche, redactaría la guía para visitar la sala antropológica del Museo de La Plata, describiendo la vitrina donde se exhibían los cráneos como una suerte de nicho de homenaje a los “héroes del desierto” que defendieron el suelo patrio de la invasión extranjera29. Con ello, este “sabio alemán de cepa criolla”, no solo ratificaba identidades, sino que llevaba a los cráneos al culto al héroe surgido de la tierra, donde el gaucho y el indio encarnaban el espíritu bravío de la pampa. La reforma de las salas que siguieron a su retiro en 1932, desarmaría esa disposición y los cráneos heroicos pasarían a ser utilizados en las clases de antropología física para practicar el uso del compás y otros instrumentos antropométricos.
Hasta ahora, no hay estudios históricos que rastreen cómo llegó a aceptarse que esos restos pertenecieron a la identidad que se les adjudicó en los catálogos hechos más tarde y en los contextos arriba mencionados. Por el contrario, sin conocimientos de estas historias, el Museo de La Plata se concibe y se cuestiona como un proyecto estancado, anclado en los designios de su fundador y de su época, cosa que, en realidad, nunca existió ya que Moreno, como muchos directores de museo, siguió el lema de “adaptarse o desaparecer”. En ese marco, los planes fundacionales y los que siguieron a 1884 se desvanecieron muchas veces en el aire. Los reclamos contemporáneos asumen, como a inicios del Siglo XX, la autoridad del catálogo y, por otro lado, una versión historiográfica sobre el papel de Francisco Moreno acuñada por él mismo y ratificada por los nacionalistas de derecha de la década de 1940, cuando Moreno, un personaje científico poco respetado por sus contemporáneos, se consolidó como un arquetipo de la argentinidad, defensor de la soberanía argentina en el sur del país30. Una vez más, esta versión acuñada por los panegíricos de la derecha es la que aparece en las críticas sin cuestionamientos, salvo la impugnación a los valores encarnados.
Solicitada de protesta publicada en los diarios cuando se cambia el nombre del Aula Magna de la Universidad Nacional del Comahue.
Desde la década de 1930, Moreno es una figura emblema de la derecha argentina que lo transformó en un héroe científico, creyente y de prosapia nacional (1988)
El Museo de La Plata en la era de los reclamos del siglo XX
En 1989, cien años después de la donación de Zeballos al Museo de La Plata, el Congreso Arqueológico Mundial, con sede en Southampton, convocaba a una reunión en Vermillion, Dakota del Sur donde se discutirían los reclamos indígenas que estaban teniendo lugar en Australia y en los Estados Unidos para sacar de exhibición los huesos, los cráneos y los objetos funerarios de las culturas indígenas31. Coincidentemente, en la Argentina un movimiento, originado en reivindicaciones locales, cuestionaba las mismas cosas, pero con otros argumentos. En esta sección, pretendo mostrar las distintas vertientes que –de manera contingente- articularon un tipo de reclamo que vinculó los cráneos del siglo XIX con los sucesos nacionales e internacionales de las décadas de 1970 y 1980. Lejos de proceder de las comunidades, se trata de un discurso que se va constituyendo por la interacción de distintos actores, todos formados en la cultura y vocabulario de la memoria al estilo del siglo XIX francés: en ese marco, , los cráneos se usarán para reclamar panteones, cementerios, placas recordatorias, monumentos, museos históricos y tumbas con nombre. En el contexto de la restauración democrática de la década de 1980, los debates patrimoniales y las reformulaciones de la arqueología anglo-sajona confluirán con las leyes sobre los derechos indígenas y el esclarecimiento del paradero de los desaparecidos durante la dictadura militar que estaba teniendo lugar en la Argentina de entonces.
“No vengo a reclamar ni a vender absolutamente nada” –afirmaba Philippe Boiry (1951-2014), un periodista francés quien, ostentado el título de Príncipe de la Araucanía, en 1989, visitaba la Argentina.
“Estoy aquí para poner la piedra fundamental del Panteón Mapuche en Trenque Lauquen. El domingo participaré de un acto de protesta que se realizará frente al Museo de Ciencias Naturales de La Plata, lugar en el que se encuentran cráneos de muchos caciques pampas y mapuches que en su momento fueron trofeos de guerra y que ahora deben ser devueltos para que integren el Panteón Mapuche en Trenque Lauquen… Yo no estoy aquí para reivindicar derechos territoriales o políticos, aunque defiendo la autenticidad del reino fundado en 1860. A mí me preocupa la situación de los araucanos que sufren discriminaciones, injusticia y que viven en la miseria, y considero que debemos preservar su cultura porque el problema del aborigen es cada vez mayor. Sin embargo, no se soluciona rehaciendo la historia, sino corrigiendo los errores”.32
Philippe Boiry (de saco y corbata) y Lorenzo Cejas Pincén, Barón de Carhué (a su lado en la foto inferior)
Fotocopia de los documentos guardados por Lorenzo Cejas (Archivo personal de IP)
Su llegada confluía con los últimos meses del gobierno de Raúl Alfonsín (1927-2009, presidente de la Argentina entre el 10 de diciembre de 1983 y el 8 de julio de 1989) y con el cierre de los juicios, iniciados en 1985, a los integrantes de las tres primeras juntas militares de la dictadura autodenominada Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983)33. Terminaba el primer lustro del retorno a la democracia, contexto en el cual, el senador nacional Fernando de la Rúa (1937-, futuro ex presidente de triste salida en 2001), presentó en 1985, la “Ley de protección y apoyo a los aborígenes y a las comunidades indígenas”. Aún cuando la ley contaba con media sanción, la Comunidad Indígena Cacique Pincén de Trenque Lauquen inició los trámites ante la gobernación de Buenos Aires para que les entregaran tierras fiscales de dicha provincia, así como un inmueble de la ciudad, en estado deficiente de conservación e higiene, para, una vez refaccionado, instalar allí el “Museo indígena” y un hogar transitorio para personas, poetas, historiadores y “todo aquel que desee conocer el modo de vida de los naturales pobladores de esta inmensa pampa”34. En documentos internos, por otro lado, los reclamos eran más amplios: como descendientes directos del Cacique Pincén reclamaban todas las tierras comprendidas desde el Atlántico hasta los Andes por debajo de la línea de fortines, declarando que nunca habían aceptado la toma ilegal de esas tierras por la República Argentina desde 1810. Curiosamente, el orden colonial, no se cuestionaba y, en los actos organizados por la comunidad, se cantaba el himno nacional, se usaba la bandera del país y se invocaba a los héroes de la independencia (Belgrano, San Martín)35. Ese mismo año, se le otorgaba una pensión a la vejez a “la abuela Marcelina Pincén de Cejas, una auténtica reliquia histórica de los Trenquelauquenches”36.
Desde 1988, Lorenzo Cejas, bisnieto del Cacique Pincén, “Barón de Carhué” en el mundo del nuevo Príncipe de la Araucanía y líder de la Comunidad Cacique Pincén, promovía la erección del Panteón Mapuche para el cual la municipalidad de la ciudad barajaba dos bocetos en pugna: una pirámide y una columna con hornacinas. Fue entonces, al producirse la visita del Príncipe y al arrogarse Pincén la autoría de la idea del Panteón apoyado por varios senadores, diputados y políticos provinciales, cuando ardió Troya. Por lo menos en Trenque Lauquen y entre los distintos líderes indígenas que miraban con desconfianza a quien se ponía a la sombra de Philippe Boiry.
Los diarios de Trenque Lauquen sacaron una nota donde delataban que el supuesto Príncipe venía a usurpar un “viejo proyecto”, originado durante la última gestión del Intendente municipal Juan Jaime Ciglia (1973-1976, gobierno de Juan D. e Isabel Perón) y su ordenanza n° 78 del año 1974. Por esta, la comuna había cedido una parcela ubicada en el extremo noroeste del cementerio para que allí se construyera el panteón mapuche, en años donde la derecha más nacionalista dominaba las propuestas culturales y educativas del país.
El proyecto, en realidad, le pertenecía al historiador local José Francisco Mayo, farmacéutico, aviador y arqueólogo aficionado de la ciudad. Este, en 1964 (¿?) había visitado a su colega Alberto Rex González (1918-2012), jefe de la División Arqueología del Museo de La Plata, con quien había colaborado en varios proyectos. Mayo, autor de innumerables reseñas sobre los “señores de las pampas”, se había topado en ese encuentro con el cráneo de los caciques sobre la mesa de trabajo y de las clases de las cátedras brindadas en la División. A su pedido, Rex González le envió “la nómina de los cráneos de los indios “célebres” que tenemos en el Museo”, citando su número según el catálogo de 1910.
Copia de la Carta de Alberto Rex González a José Francisco Mayo.
Fotocopia de los documentos guradados por José F. Mayo (Archivo personal de IP)
En plena dictadura militar, en mayo de 1978, un año antes del centenario de la llamada Campaña al desierto, ampliamente festejado en la Argentina de entonces, José F. Mayo se entrevistaba con los jefes de la división de Antropología y de Arqueología, Horacio Calandra y Bernardo Dougherty (1941-1997), ratificando los puntos discutidos en el encuentro en una carta que destacaba que la Ciudad de Trenque Lauquen, “sensible a lo indígena, desea destacar en forma relevante su vinculación con el pasado indígena argentino y para ello ha concebido la idea de erigir un PANTEÓN Mapuche en área perimetral del cementerio local.” La línea arquitectónica del panteón se crearía en base al diseño de las guardas de los tejidos pampas, inaugurándose en abril de 1979, durante la celebración de un nuevo aniversario de la fundación de Trenque Lauquen39. Esta había ocurrido el 12 de abril de 1876 gracias a la iniciativa del General de Artillería y Caballería, Conrado Villegas (1841-1884), futuro expedicionario del Desierto. La nueva ciudad, en efecto, fue uno de los centros de operaciones de la División Norte de la Comandancia de Frontera en el avance promovido ese mismo año.
La carta de este “boticario de pueblo” se dedicaba entonces a aclarar qué se entendía por “mapuche” y qué caciques debían integrar la nómina a depositar en el panteón. Se basaban en Esteban Erize y su diccionario comentado del mapuche-español40. Para este, los mapuches ocupaban una vasta zona que integraba el sur de las actuales provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe, la totalidad de Buenos Aires, La Pampa, Río Negro y Neuquén y el norte de Chubut, un escenario que coincidía con el de la llamada campaña del desierto: “Tenemos por Mapuches a los caciques cuyas tribus cubrían el territorio que dejo dicho”. En el Museo habían identificado los restos de Mariano Rosas, Gherenal, Indio Brujo (pariente de Baigorria), Chipitruz, Inacayal y Callfucurá, “este último el Gran Señor de las Pampas, algo así como un San Martín Mapuche que trataba –y aquí parafraseaba a Zeballos- de igual a igual con Rosas y Urquiza, que le obsequió el conocido sello ‘real’”. Pedían, asimismo,
“la lista de otros Caciques o Capitanejos cuyos restos existen identificados en ese Museo y que podrían ser entregados en custodia a la ciudad, bajo las condiciones que el Museo establezca y con las medidas tendientes a asegurar su perfecta conservación según ya hemos conversado. Si la nómina fuera muy extensa, podrá seleccionarse aquellos principales por su acción ante el ejército expedicionario o su adhesión a la fracción “huinca””.
Rogaba hacerle llegar la lista de los Jefes cuyos restos tendrían la posibilidad de ser cedidos para incorporarlos al pedido oficial. Para ello, hubiese bastado con ir a la biblioteca del Museo y leer el catálogo de 1910: allí, mal o bien, estaban todos listados.
El trámite, sin embargo, no prosperaría. Mayo volvería a intentarlo en 1986, esta vez por intermediación del museólogo nacido en Trenque Lauquen, Roberto Crowder (1942-2009), por entonces empleado de la Municipalidad de La Plata. Antes, en 1984, el Concejo Deliberante de Trenque Lauquen había ordenado el uso gratuito y a perpetuidad del terreno de la necrópolis local donde descansaban los restos de Paula Rinkel. Se lo declaraba monumento público y se mandaba a construir un mausoleo recordatorio, con conservación a cargo del Municipio41. Crowder, en 1986, ya se había reunido en dos oportunidades con el decano de la Facultad y Museo. Pero, ahora, prometía un final feliz: “Está en el espíritu de las actuales autoridades del Museo una preocupación por devolver el bagaje cultural acumulado durante tantos años para favorecer el desarrollo de las distintas regiones del país”. Crowder sostenía que el Decano lo tomaba como un hecho promisorio que no solo haría justicia a una parte de “nuestra población pampeana, sino que daría un gran impulso a la comunidad y al quehacer actual del Museo de La Plata”. Más aún, Crowder inventaba un argumento, una metodología que tal vez :
“no sea la más ortodoxa, pero hice hincapié no solo en el derecho por pertenecer los restos a esa región sino a una parte más sensible, en la cual un individuo solicita los restos de sus deudos para honrarlos y venerarlos. Por ello es que te solicito me mandes una lista con los nombres y apellidos de los descendientes actuales de los caciques, que en caso de ser necesario usaría para en nombre de ellos solicitarle formalmente al Museo lo que les pertenece sólo a ellos…”42.
Por primera vez en esta historia, la estrategia a seguir recurría a los “descendientes” como si el reclamo surgiera de ellos, quizás parafraseando el accionar de los organismos de derechos humanos y familiares de desaparecidos en la dictadura militar.
Para entonces, el Sr. Pilia, Director de Museos, Monumentos y Sitios Históricos de la Provincia de Buenos Aires, ahora en manos del Partido Justicialista, se ofrecía a “pelear la financiación de la obra con todas sus fuerzas, reivindicando a la raza aborigen, uno de los pilares de nuestra plataforma política”. Pedía una copia de los proyectos para evaluar “cuál se ajustaba más a la realidad histórica, geográfica y costumbrista de la raza mapuche.43” La municipalidad consideraba que la construcción del panteón era “NECESARIA Y VITAL44” Necesaria, “por la justicia que encierra colocar estos restos en un sitio de respetuoso recogimientos”, en este caso en un panteón, del griego, “Monumento funerario destinado al enterramiento de varias personas”. Los restos de estos indios mapuches encontrarían allí la paz del camposanto pero además, al estar en el cementerio ubicado cerca del acceso a la ciudad de la ruta 33, quienes visitaran Trenque Lauquen verían,
“a la izquierda a la Virgen del Desierto, a la derecha, al Panteón Mapuche (…) Pocos pueblos pueden ostentar la gloria del nuestro: tener los restos del fundador y de su esposa, la casa donde este vivió y que fuera Comandancia Militar y además, el Panteón donde descansen quienes fueron los grandes señores de las pampas.45”
Vital, porque marcaría un ejemplo de UNIÓN y de respeto por una raza que amó a su tierra y murió por ella y, aunque no lo decía, ahora debía conformarse con una parcela en el cementerio.
Para 1988, con los cráneos todavía en La Plata la arquitecta de Trenque Lauquen Zita Rodríguez de Louge, con el asesoramiento de Mayo, enviaba una memoria descriptiva del futuro panteón en base a los siguientes considerandos: primero, el pueblo mapuche no había dejado huellas de estructuras edilicias pero sí abundantes diseños artísticos en sus ponchos, matras, fajas y cerámicas. Segundo, había un reducido número de “urnas funerarias” dado que se habían identificado solamente cinco caciques (Mariano Rozas, General (sic), Chipitruz, Calfucurá, Inacayal). Se reservaba uno para Pincén por si sus restos algún día aparecían, por eso, el dibujo incluía seis nichos y, si en el futuro se encontraban más personajes, podía aumentarse hasta diez. Se contemplaba incorporar a María Roca, apóstol de la religión mapuche, a Paula Rinkel, que se tiene por mujer de Pincén, y a Nahuel Pan, el “indio Trompa”, todos enterrados en el cementerio. La columna podía replicarse en módulos de diez nichos, como muestra de la plástica mapuche, reproduciendo la “greca” decorativa de esa cultura. Si los fondos lo hubiesen permitido, los laterales se hubiesen revestido con material cerámico tipo Venecita, “a fin de crear la imagen de un poncho pampa que, cayendo desde arriba iría cubriendo los restos de quienes lo lucieron envida. El frente de cada cubo-nicho llevaría una placa de mármol o similar, con el nombre grabado de quien descansa en su interior.46”
Boceto para el Panteón Mapuche en el Cementerio de Trenque Lauquen
La segunda propuesta, caracterizada además por una jerga propia de los discursos patrimonialista de la época, tenía una “concepción sistemática” articulada por tres elementos: la pirámide truncada que simbolizaba el poder y la organización política de la cultura mapuche generada a partir de la figura del cacique, con sus lados orientados con los cuatro puntos cardinales, cada uno con una puerta. Dentro de la pirámide, existía una estructura cilíndrica para los nichos con los restos de los caciques, el lugar simbólico de veneración y divulgación de la cultura mapuche. Un muro servía como apoyatura visual
“produciendo un cierre virtual de la visión sobre la puerta Oeste, negándola. Cuenta con una abertura sobre la visual de la Puerta Sur, con lo que simboliza la ventana de la Civilización mapuche, que se desarrolla en el Sur de nuestro país. El basamento constituye el elemento sobre el cual se asientan todas las simbologías y representa la tierra, única fuente de riquezas del mapuche y motivo de reclamo aún. Sobre este, se ha trazado una rajadura formada por dos líneas. La recta, simboliza la cultura blanca y el progreso (…), la curvilínea, la civilización mapuche existente.47”
El Panteón Mapuche no llegó a realizarse en ninguna de sus formas. Sin embargo, la idea de la pirámide reapareció 15 años más tarde en el monumento funerario a Mariano Rosas, en la provincia de La Pampa. Allí, en 2001, se erigió un enterratorio con un basamento de troncos de 2x2 metros, resultado de un cálculo pseudo-corbuseriano según el cual este múltiplo de 4 expresado en el sistema métrico francés, representaba un número significativo para la cosmogonía ranquel. Desde esa base, emerge una pirámide cuyas cuatro caras están orientadas según los puntos cardinales y fue tallada a mano en madera de caldén. Simboliza las cuatro dinastías más importantes de la antigua Nación Ranquel: linaje Carripilum (al norte), linaje Pluma de Pato (al oeste), linaje de los Zorros (al este), linaje de los Tigres (al sur). En la cara correspondiente a la dinastía de los Zorros, a la que perteneció Mariano Rosas, se encuentra la abertura donde se introdujeron sus restos sobre tierra de Leubucó. La forma de la pirámide, según el proyecto, significa el viaje desde “el ombligo de la tierra hacia la luz.48”
Pirámide de Leubucó y nota del diario La Nación, del año 2001, donde se ve, además, el monumento erigido, en el cual se usan las hornacinas, concepto presente en el proyecto de panteón de Trenque Lauquen
Ceremonia en Leuvucó (« Restitución » de Mariano Rosas, 2001)
Ceremonia en Leuvucó (« Restitución » de Mariano Rosas, 2001)
Coda
El cuadro aquí presentado parece situarse en las antípodas de ese esquema imaginario foucaultiano que tanto se ha usado para describir a los museos y el orden que supuestamente encarnan y sostienen. Por el contrario, el museo, como mare magnum de conflictos y rivalidades, surge como un mundo donde predomina el caos, el latrocinio, el oportunismo y la volubilidad de los individuos, la falta de administración y de burocracia estatal. Quizás este caso sirva para preguntarse hasta qué punto se trata de una característica argentina y si no ha llegado el momento de aceptar que las colecciones forman parte de una lógica del Estado hacia la academia, los museos y las instituciones culturales menos estructurada, mucho más lábil de lo que expresan los discursos. También queda preguntarse por el papel de esta historia en la opinión pública y la investigación, donde, al final, evidencia y ficción terminan mezclados y las narrativas y los medios del siglo XIX crean realidades que nunca fueron tales.
Casi todos los protagonistas de esta historia han muerto. Algunos hace más de un siglo, otros apenas unos años. Como testimonio, quedan estas fotocopias. Quizás el archivo municipal de Trenque Lauquen ya no exista. Los cráneos vistos por Mayo en el laboratorio de Rex González (que desde la década de 1940, habían sido retirados de la exposición), fueron dispersados entre distintas comunidades con distinto destino; alguno monumental, otro la mera tierra. La década de 1990 vería la proliferación de los reclamos estadounidenses y australianos para retirar de la exhibición los objetos llamados sagrados de los museos de sus países y pugnar por la repatriación de los repartidos por el mundo. El papel de las organizaciones indígenas internacionales y del Congreso Arqueológico Mundial (WAC) que desde sus inicios incorporó a los indígenas a sus foros, no fue menor.
En 1989, pocos arqueólogos y antropólogos del Museo de La Plata sabían de la existencia de los reclamos por parte de los distintos actores aquí nombrados. Hoy, la situación no podría ser más diferente: en la primera década del nuevo milenio, se confundió con un nuevo pliegue del discurso, el de los desaparecidos durante la dictadura militar. Hoy, nadie, o casi nadie, recuerda los reclamos iniciados en la década de 1970; tampoco el origen de muchas de las cosas que se dicen y repiten. Sin embargo, como se ve en la pirámide, el pasado se adhiere a todo lo que puede, y solapado, sobrevive, mezclado con los residuos de los proyectos más contradictorios. Allí, el reclamo por los desaparecidos convive con la cultura de la memoria de la Francia del siglo XIX y las ideas del mundo protestante, ese, donde los templos carecen de imágenes y los feligreses ignoran no sola la forma de las reliquias de los santos sino también la del cadáver que preside las ceremonias de la Iglesia Católica Apostólica Romana.
Document de donation de Francisco Moreno à la P. de Buenos Aires pour la formation d’un Musée Anthropologique et Archéologique, 8 novembre 1877
(« Dtor Del Museo eleva listas de objetos que integran colección donada », 1877, 19, Exp. 1015/1, AHPBA)49.
Deux cent cinquante-deux crânes humains extraits des anciens cimetières indigènes de la vallée du fleuve Negro. Ils représentent plusieurs types de races de Patagones, actuelles et éteintes. – Vingt crânes d’indigènes actuels de Patagonie (Tehuelches et Pampas). Un crâne de Huarpe (Calingasta). – Deux crânes des anciens indigènes de la vallée de Calchaquí (Granadillas, province de Catamarca). – Un crâne d’un ancien indigène de la province de Santiago del Estero (dans les environs du fleuve Dulce). – Un crâne d’indigène incomplet, extrait du même endroit. – Un crâne d’indien Toba (Gran Chaco). – Un crâne d’indigène de race péruvienne. – Un crâne de Malais. – Deux crânes de provenance encore inconnue. Ces crânes ont été envoyés par le Professeur Broca, mais la lettre avec les détails a été perdue. – Six crânes d’Européens. – Un crâne d’enfant montrant le changement de la dentition. – Cinq crânes de fœtus humains. – Six moulages crâniens (en plâtre) de Chiriquis, Chinook, Aymaras, Quichuas, envoyés par Quatrefages. – Trois moulages envoyés par le professeur van Benden, de Liège, représentant le crâne et la cavité cérébrale de l’homme de Neandertal et le crâne de celui d’Engis. – Quinze moulages de crânes envoyés par le professeur Paul Broca représentant un Esquimau, deux Mongols, un habitant de Singapour, un Mande, deux d’habitants de la caverne ou grotte de Baye, âge de la pierre polie. Trois d’Orrouy. Un de Quiberon, deux du dolmen de Roknia, le crâne d’Engis et un crâne trépané de la grotte de Baye. Six bustes en plâtre peint représentant un Charrúa noir, un Charrúa métis, une Chinook, femme, un Ottowas, homme, et deux Chippeway, homme et femme, envoyés par Monsieur Quatrefages. Un indien Moluche, momifié, recueilli près du fleuve Negro. Une momie exhumée à Punta Walicho « Lac Argentin » Patagonie (race Fuégienne). Sept squelettes plus ou moins complets d’indigènes Tehuelches et Araucans, un squelette d’Européenne. Deux cents os longs, plusieurs bassins, des sacrums, des omoplates et autres os détachés du squelette extraits des anciens cimetières du fleuve Negro. Une collection complète de trente-sept spécimens de l’âge de la pierre polie, du Danemark, comportant des poignards, des couteaux, des haches, des marteaux, des pointes de lance et des flèches envoyés par le Musée de Copenhague. Une collection composée de vingt-six outils en pierre utilisés par l’homme quaternaire de Belgique et de France, envoyés par le Professeur E. van Benden de Liège. Une collection composée de plus de quatre cents objets, tels que des arcs, des flèches, des lances, des masses, des haches, des ustensiles domestiques, des ornements, etcétéra, des indigènes actuels du Gran Chaco, des Pampas, de la Patagonie, de la Bolivie et du Brésil. Une collection de pointes de flèches en pierre, de harpons en os et d’ornements faits avec des mollusques et des ossements d’oiseaux des indigènes de la Terre de Feu. Une collection d’objets appartenant aux anciens habitants de la province de Buenos Aires, représentant des armes en pierre et des objets en terre cuite. (Environ) cinq mille silex taillés représentant des pointes de flèches, des fléchettes, des grattoirs, des hachettes, etcétéra, des anciens habitants de Patagonie, recueillis dans la vallée du fleuve Negro, le Chubut, Puerto Deseado, le fleuve Santa Cruz, le détroit de Magellan, etcétéra. – Une collection de trois cent cinquante objets recueillis dans les vallées Calchaquís et dans la province de Santiago del Estero, représentant des armes en pierre et en cuivre, ainsi qu’un cubrediscos en cuivre, des mortiers en pierre, des figures animales et humaines en pierre, des verres, des vases et des assiettes, en terre cuite, et des urnes funéraires. – Une collection de plus de mille fragments de poterie peinte, recueillis sur les rives du fleuve Dulce, Province de Santiago del Estero. – Quatre pots en terre cuite des anciens Péruviens. – Cent dix objets appartenant aux anciens Patagons, représentant plusieurs types de mortiers, des disques pour écraser les racines et les fruits, des outils pour préparer les peaux, des boleadoras, des marteaux, etcétéra, recueillis dans la vallée du fleuve Negro, le Chubut et Santa Cruz. – Plusieurs échantillons de poterie ancienne des Charrúas, Minuanes, Corondas. – Quinze objets anciens des habitants de la Province de Salta [...].
Un grand morceau de bois peint trouvé dans un abri dans le « Lac Argentin » Patagonie. – Deux Cervus chilensis (huemuls) mâle et femelle embaumés, chassés sur les rives du fleuve Limay, près de Nahuel Huapí. – Une peau complète du même animal et un crâne avec des cornes, chassé près de la cordillère des Andes à l’ouest du « Lac Argentin ». – Un Felis concolor (puma) embaumé. – Un Canis jubatus (Aguará) adulte et un autre jeune, embaumé. – Une lutra patagonienne embaumée. – Un condor mâle embaumé. – Dix crânes et une partie du squelette de divers cétacés qui vivent sur la côte patagonienne. – Soixante crânes de mammifères de la République Argentine. – Vingt crânes de Rhéa Darwinii. – Une collection d’animaux en alcool avec plus de cinq cents spécimens. – Une collection de mollusques patagoniens actuels. – Une collection de crustacés et zoophytes patagoniens et exotiques. – Cinq crânes d’Otarias ou lions de mer. – Deux jambes de Dinornis de la Nouvelle-Zélande. – Un crâne, un fémur, un tibia, un bassin, le sacrum, deux défenses, plusieurs vertèbres et des os des mains du Mastodon Humboldtii. – Un crâne complet, une partie du squelette et de la carapace du Panochtus tuberculatus. – Un crâne de Glyptodon asper. – Une branche de la mandibule inférieure d’un jeune glyptodon. – Des os détachés d’animaux des genres Mylodon, Glyptodon, Toxodon, etcétéra. – Des vestiges fossiles de mammifères ternaires patagoniens. – Une partie du squelette et de la carapace de l’Eutatus Seguini. – Une partie du squelette d’une grande tortue de l’âge quaternaire. Des os fossiles de cerfs, viscaches, etcétéra. Une collection de mollusques fossiles étrangers. – Une collection de mollusques fossiles argentins. – Une collection de zoophytes fossiles. – Cinq boîtes contenant des insectes étrangers. – Un squelette de Cervus tarandus (renne) envoyé par Monsieur E. van Volxen de Bruxelles. – Une collection de minéraux argentins. – Une collection de roches à étudier. – Une collection de roches recueillies dans l’intérieur de la République et le Territoire Patagonien.
Notes
1
Agradecimientos: este trabajo, escrito durante mi estadía en el Depto. 3 del Instituto Max Planck de Historia de las ciencias de Berlín, forma parte de los proyectos PIP-CONICET 0153 y PICT 2015- 3534. La segunda parte se basa en materiales procedentes de mis archivos personales, recolectados hace treinta años en la ciudad de Trenque Lauquen, provincia de Buenos Aires, Argentina, en el transcurso de mis pesquisas doctorales a raíz de los reclamos de la Comunidad Cacique Pincén. En ese entonces y en el marco de una de las peores inundaciones de la región, visité los archivos locales (prensa, municipalidad) y me entrevisté con José F. Mayo y Lorenzo Cejas, a quien había conocido en un encuentro en Buenos Aires. Los documentos sobre la devolución de Mariano Rosas, por otra parte, proceden del acto de inhumación de sus restos en 2001 en Leubucó, provincia de La Pampa, al que pude asistir gracias a la invitación de Silvia Ametrano, entonces directora del Museo de La Plata y al Tango 03, el avión presidencial puesto a disposición para la ocasión. Debo agradecer, en primer lugar, a Fernando Devoto y a Silvia Sebastiani por sus comentarios y la posibilidad de revisitar estos materiales con la perspectiva de los sucesos del Siglo XXI. La redacción final mucho le debe a sus sugerencias y a las de de Pietro Corsi, Rafael Mandresi, Elodie Richard, Thomas Hirsch, Fernando Ramírez Rozzi y otros participantes del coloquio “L’humanité exposée” desarrollado en la EHESS de París en diciembre de 2018. Va dedicado a mis abuelas, a mi madre y a mi hija, con quienes, tanto ayer como hoy, nos acompañamos a todos lados, sin importar el destino. En ellos, a Trenque Lauquen, cuando la pampa se había convertido en un mar parcelado: en 1989, más de 220 mil de las 550 mil hectáreas que forman el partido habían sido afectadas. La ruta 5 era entonces un puente sobre la nada, una metáfora de la historia, una catástrofe sin precedentes por la que los gauchos del desierto, aprendieron a pescar.
2
Sobre Quesada: Pablo Buchbinder, Los Quesada. Letras, ciencias y política en la Argentina, 1850-1934, Buenos Aires, Edhasa, 2012.
3
“Dtor. del Museo eleva listas de objetos que integran colección donada”, 1877, 19, exp. 1015/1, AHPBA (Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata).
4
Irina Podgorny, M. Margaret Lopes, El desierto en una vitrina. Museos e historia natural en la Argentina, México, Limusa, 2008 (segunda edición, Rosario, Prohistoria, 2014); Máximo Farro, La formación del Museo de La Plata. Coleccionistas, comerciantes, estudiosos y naturalistas viajeros a fines del siglo XIX, Rosario, Prohistoria, 2009.
5
Domingo F. Sarmiento, “El Museo Antropológico Argentino”, en Obras Completas, Discursos populares, vol. 22, Buenos Aires, Luz del Día, 1951, p. 135-136.
6
Nathan Schlanger, “Series in progress: Antiquities of Nature, Numismatics and Stone Implements in the emergence of prehistoric archaeology”, History of Science, vol. 48, 3-4, 2010, p. 343-369.
7
Diego de Torres Villarroel, Sueños morales: Los desahuciados del mundo y de la gloria: sueño místico, moral y físico. Útil para cuantos desean morir bien, y conocer las debilidades de la naturaleza. Trasladólo de la fantasía al papel, t. 3, Madrid, Viuda de Ibarra, 1794.
8
Ver Pablo Buchbinder, Los Quesada. Letras, ciencias y política en la Argentina, 1850-1934, Buenos Aires, Edhasa, 2012; e Irina Podgorny, El sendero del tiempo y de las causas accidentales. Los espacios de la prehistoria en la Argentina, Rosario, Prohistoria, 2009.
9
I. Podgorny, “La derrota del genio. Cráneos y cerebros en la filogenia argentina”, Saber y Tiempo, vol. 20, Buenos Aires, 2006, p. 63-106; también Irina Podgorny, Máximo Farro, Alejandro Martínez, Diego Ballestero, “Caballeros de la noche. Antropología y museos en la Argentina de las últimas décadas del siglo XIX”, en Las ciencias en la formación de las naciones americanas, Madrid, Iberoamericana, 2014, p. 201-228.
10
Irina Podgorny, Florentino Ameghino y Hermanos. Empresa Argentina de Paleontología ilimitada, Buenos Aires, Edhasa, 2020.
11
Máximo Farro, La formación del Museo de La Plata. Coleccionistas, comerciantes, estudiosos y naturalistas viajeros a fines del siglo XIX, Rosario, Prohistoria, 2009; Irina Podgorny, M. Margaret Lopes, El desierto en una vitrina. Museos e historia natural en la Argentina, México, Limusa, 2008 (segunda edición, Rosario, Prohistoria, 2014).
12
“Inciso 40 del Departamento de Gobierno, ítem 7º” y “Museo Antropológico Departamento de Gobierno, inciso 60: ítem 15”, en Presupuesto General de gastos y recursos de la Provincia de Buenos Aires, Buenos Aires, Imprenta La República, 1883.
13
Irina Podgorny, “Ser todo y no ser nada. Paleontología y trabajo de campo en la Patagonia Argentina”, en Historia y estilos del trabajo de campo en la Argentina, Buenos Aires, Antropofagia, 2002, p. 31-77.
14
Irina Podgorny, “Embodied institutions: La Plata Museum as Francisco Moreno’s autobiography”, en 34th CIMUSET Conference, Simposio “Os modos de interpretação de personagens emblematicos”, Rio de Janeiro, 2006.
15
Irina Podgorny, M. Margaret Lopes, El desierto en una vitrina. Museos e historia natural en la Argentina, México, Limusa, 2008 (segunda edición, Rosario, Prohistoria, 2014).
16
Domingo F. Sarmiento, “El Museo de La Plata. Discurso en la inauguración de una parte del Museo de La Plata, 20 de julio de 1885”, Obras completas Discursos Populares, vol. 22, Buenos Aires, Luz del Día, 1951, p. 302; ver Irina Podgorny, “Una exhibición científica de la Pampa (Apuntes para la historia de la formación de las colecciones del Museo de La Plata) ”, Idéias, vol. 5, no 1, 1998, p. 173-216.
17
La muerte de los indígenas retenidos en el Museo no se registró oficialmente y la prensa local denunció este hecho, acusando a Moreno y a la Gobernación de actuar por fuera de la ley y de las disposiciones municipales. Ver Irina Podgorny, Florentino Ameghino y Hermanos. Empresa Argentina de Paleontología ilimitada, Buenos Aires, Edhasa, 2020.
18
En Irina Podgorny, Florentino Ameghino y Hermanos. Empresa Argentina de Paleontología ilimitada, Buenos Aires, Edhasa, 2020.
19
Estanislao Zeballos, Viaje al país de los araucanos [1881], Buenos Aires, Hachette, 1960, p. 282-283. Ver también Irina Podgorny, Gustavo Politis, “¿Qué sucedió en la historia? Los esqueletos araucanos del Museo de La Plata y la Conquista del Desierto”, Arqueología Contemporánea, vol. 3, 1991-1992 e Irina Podgorny, “Historia, minorías y control del pasado”, Boletín del Centro de la Provincia de Buenos Aires, vol. 2, 1991, p. 154-159.
20
La imagen canónica de estos ataques aparece en la obra del bávaro Mauricio Rugendas (1845) y en La vuelta del malón (1892) del argentino Ángel Della Valle. Ver Laura Malosetti Costa, “Comentario sobre La vuelta del malón”, https://bit.ly/2BezyNq.
21
Estanislao Zeballos, Callvucurá y las dinastía de los Piedra [1884], Buenos Aires, Hachette, 1953; Painé y la dinastía de los zorros [1886], Buenos Aires, Hachette, 1952; Relmu, reina de los Pinares [1888], Buenos Aires, Hachette, 1952.
22
Ver Irina Podgorny, Gustavo Politis, “¿Qué sucedió en la historia? Los esqueletos araucanos del Museo de La Plata y la Conquista del Desierto”, Arqueología Contemporánea, vol. 3, 1991-1992; también Irina Podgorny, Florentino Ameghino y Hermanos. Empresa Argentina de Paleontología ilimitada, Buenos Aires, Edhasa, 2020.
23
Susana V. García, Enseñanza científica y cultura académica. La Universidad de La Plata y las ciencias naturales (1900-1930), Rosario, Prohistoria ediciones, 2010.
24
Robert Lehmann-Nitsche, Catálogo de la Sección antropológica del Museo de La Plata, La Plata, 1911. Ver Irina Podgorny, “De la antigüedad del hombre en el Plata a la distribución de las antigüedades en el mapa: los criterios de organización de las colecciones antropológicas del Museo de La Plata entre 1897 y 1930”, História, Ciências, Saúde-Manguinhos, vol. 6, no 1, 1999, p. 81-101.
25
Irina Podgorny, “Momias que hablan. Ciencia, colección de cuerpos y experiencias con la vida y la muerte en la década de 1880”, Prismas, vol. 12, no 1, 2008, p. 45-65.
26
Jakob Tanner, “Akteure, Akten und Archive”, en C. Kaufmann, W. Leimgruber (ed.), Was Akten bewirken können, Zürich, 2008, p. 150-160.
27
Robert Lehmann-Nitsche, Catálogo de la Sección antropológica del Museo de La Plata, La Plata, 1911, p. 31.
28
Sobre la identificación “errónea” de los cráneos en el museo, ver Silvano Montaldo, este volumen, y también la bibliografía y la discusión de Maria Teresa Milicia, “Retour vers le futur Royaume des Deux-Siciles”, Passés futurs, n° 4, 2018 (https://www.politika.io/fr/notice/retour-futur-royaume-deuxsiciles).
29
Luis María Torres, Guía para visitar el Museo de La Plata, La Plata, 1927. Ver Irina Podgorny, Gustavo Politis, “¿Qué sucedió en la historia? Los esqueletos araucanos del Museo de La Plata y la Conquista del Desierto”, Arqueología Contemporánea, vol. 3, 1991-1992.
30
Ver Irina Podgorny, “Embodied institutions: La Plata Museum as Francisco Moreno’s autobiography”, en 34th CIMUSET Conference, Simposio “Os modos de interpretação”.
31
WAC First Inter-Congress: Archaeological Ethics and the Treatment of the Dead; Vermillion, South Dakota, 7-11 August, 1989. Ver también I. Podgorny, Laura Miotti, “El pasado como campo de batalla”, Ciencia Hoy, vol. 5, 1994, p. 16-19.
32
Diario Popular, Buenos Aires, Sábado 1 de abril de 1989, p. 10.
33
Ver Marina Franco, El final del silencio. Dictadura, sociedad y derechos humanos en la transición (Argentina, 1979-1983), Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2018.
34
“Excelentísima Señora Vice-Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, Arquitecta Elva Roulet, carta de Lorenzo Cejas Pincén, Trenque Lauquen, 7 de septiembre de 1985”.
35
“Evocación en Trenque Lauquen”, La Opinión, 23 de abril de 1985; “Se creará la Comisión de Asuntos indígenas. Luego de cien años de paz”.
36
Resolución n° 14/85; 24 de julio de 1985, H. Concejo deliberante de Trenque Lauquen.
37
“Alberto Rex González a José Mayo”, La Plata, 10 de junio de 1964 (?)
38
“Solicitud de reserva de una fracción de terreno en el lote exterior del Cementerio Local para la Contrucción Panteón Mapuche- Fecha de Iniciación diciembre 4 de 1973”
39
“José Mayo al Jefe de Antropología del Museo de La Plata”, Trenque Lauquen, 17 de mayo de 1978, Exp. 3437.
40
Diccionario comentado mapuche-español: araucano, pehuenche, pampa, picunche, rancülche, huilliche, Yepun, 1960.
41
“Ordenanza N° 161/84”, Trenque Lauquen, 14 de diciembre de 1984.
42
“Roberto Jorge Crowder a Pepe Mayo, La Plata marzo de 1986”, Subrayado original (fecha y autor del subrayado desconocidos).
43
Informe de María de Guerrero, Directora de Cultura y Educación al Intendente Municipal de Trenque Lauquen, 3 de febrero de 1988.
44
Informe de María de Guerrero, Directora de Cultura y Educación al Intendente Municipal de Trenque Lauquen, 3 de febrero de 1988.
45
Informe de María de Guerrero, Directora de Cultura y Educación al Intendente Municipal de Trenque Lauquen, 3 de febrero de 1988.
46
“Memoria descriptiva: tema Panteón Mapuche”, Trenque Lauquen, 4 de febrero de 1988. Exp. 4115-59/88.
47
Anteproyecto Panteón Mapuche del Arquitecto José Lucio Moralli, departamento de Planeamiento Urbano de Trenque Launquen, 6 de enero de 1988, Exp. 4115, 59/88.
48
Documento editado por la Subsecretaría de Cultura, Ministerio de Cultura y Educación- Gobierno de La Pampa, 2001.
49
Aussi dans : Francisco P. Moreno, Viaje a la Patagonia Austral, 1876-1877, Buenos Aires, Imprenta de La Nación, 1879, p. 132-135. Voir : Irina Podgorny, M. Margaret Lopes, El desierto en una vitrina. Museos e historia natural en la Argentina, Mexico, Limusa, 2008 (2e éd., Rosario, Prohistoria, 2014).