
Sandro Chia, Senza titolo, 1999
Pasados futuros: aquí tenemos una nueva publicación, que esperamos sabrá encontrar sus lectores. Esta revista, animada por un Comité de Redacción de investigadores e investigadoras en Francia, Argentina, Uruguay y España, pretende analizar las formas múltiples de usos de los pasados que circulan en nuestros espacios públicos, en diferentes escalas (del nivel local al transnacional y global), reubicándolos en abordajes de mediana o larga duración.
Para quienes no lo hayan reconocido, el título de la revista es un doble homenaje a los trabajos de Hannah Arendt sobre la brecha temporal y a los de Reinhart Koselleck sobre los futuros pasados. En una perspectiva complementaria, aquí pondremos el acento sobre lo que hacen los “horizontes de expectativa” actuales –nuestros futuros– con nuestros “espacios de experiencia” –nuestros pasados–; cómo los transforman o los moldean.
De hecho, desde la década de 1980 una serie de “affaires” con gran resonancia mediática movilizaron las opiniones públicas sobre problemas históricos. Los temas más debatidos se vincularon frecuentemente con acontecimientos específicos de la historia contemporánea (y en particular con catástrofes del siglo XX), pero también han estado relacionados con cuestiones referidas de forma más general a las identidades políticas, nacionales o religiosas. Esta multiplicación de las controversias ha llevado a que la cuestión del pasado se convierta en un tema político de importancia dentro del espacio público. Los numerosos coloquios, obras o artículos que le han sido consagrados, la constitución de comités de vigilancia, los debates en el seno de asociaciones profesionales muestran que los historiadores de todos los países se están preocupando por echar luz sobre las “deformaciones” de la historia a las que esos usos pueden dar lugar.
Sin embargo, como estamos convencidos de que la comprensión de las tensiones suscitadas por esos pasados renovados puede ser una contribución al conocimiento del presente, nos parece importante ampliar la noción de un uso público del pasado, y preferimos, antes que convertirnos en correctores de errores o custodios del templo, intentar comprender las distintas iniciativas de movilización del pasado en los niveles en los que se las elabora, analizar las modalidades de formación y deformación delos pasados producidos por públicos plurales. En este sentido, nuestro proyecto se apoya sobre tres consideraciones principales.
La primera se refiere a lo que podríamos llamar la geografía de los “affaires”. Es cierto que numerosas controversias se sitúan a escala nacional (como la vinculada con la colaboración de los franceses en tiempos de Vichy, la dela Guerra Civil española o la Enola Gay Controversy en Estados Unidos, o la referida a las dictaduras en los países de América del Sur en los años 1970); sin embargo, nos parece esencial superar los marcos nacionales a fin de aprehender las formas de internacionalización, incluso de globalización, relativas a los usos públicos del pasado. Los affaires más candentes de estos últimos años señalan tal necesidad. Algunos ponen en cuestión las relaciones entre diversas entidades nacionales: por ejemplo, las vicisitudes históricas que ligan y dividen a Corea, China y Japón, Israel y Palestina, Polonia y Alemania, los países de los Balcanes, etc. Otras se ven exacerbadas por tensiones y a veces equívocos que no son comprensibles en una dimensión nacional: es el caso, entre otros, de los debates en relación con la esclavitud, las colonizaciones, el oro de los nazis escondido en Suiza o incluso la acusación de asesinatos rituales formulada contra los judíos. Es importante captar estas transferencias y estas (re)apropiaciones de las cuestiones historiográficas y memoriales. Un enfoque comparativo sería insuficiente: no basta con confrontar las política nacionales, se requiere además pensar (o repensar) las interacciones entre las sociedades o las culturas.
La segunda consideración se refiere al espacio público. Las reflexiones recientes sobre los usos del pasado han estado a menudo marcadas por la nostalgia de una pretendida “edad de oro” (sin dudas muy sobrevalorada) en la que un “buen” pasado, compartido por todos, habría sido el reino exclusivo de los historiadores. Es necesario sustituir este hermoso sueño por un análisis de los procesos de comunicación y de las transformaciones contemporáneas del espacio público en sus múltiples dimensiones (nacionales, religiosas, mediáticas, etc.) que se superponen o se entrecruzan frecuentemente. En este sentido, nos proponemos en particular interrogar la pertinencia de ciertas viejas dualidades: público-privado, profesional-amateur o erudito-popular. La tarea parece ser tanto más urgente en la medida en que internet y sus tecnologías conexas parecen haber desjerarquizado las ideas de competencias especializadas, al punto tal que hoy, potencialmente, cualquiera puede organizar su propio recorrido memorial. Se tratará de identificar a los autores-portadores de memorias involucrados en la puesta al día (y la puesta en escena) del pasado, de cuestionar el papel de la televisión, la web y todas las tecnologías de la información y la comunicación en la creación de narraciones históricas, pero también las imágenes del pasado vehiculizadas en las nuevas formas interactivas (redes sociales, foros, blogs, etc.).
La última consideración, finalmente, pone en juego la confrontación con otras formas de conocimiento del pasado. En los países donde la historia es un dominio particularmente custodiado, la literatura y las artes en general pueden ser recursos para reconquistar las memorias confiscadas y hacer resurgir el pasado a pesar de la censura; recordemos el impacto del Cuaderno de un retorno al país natal de Aimé Césaire en Martinica o el de los poemas de Czeslaw Milosz, recitados en las fábricas polacas a lo largo de los años ’80. Pero la recuperación o la crítica de la historia no siempre tiene como finalidad la justicia o la reparación. La literatura contemporánea, ya sea en sus formas más populares o más exigentes, ha hecho suya la investigación del pasado, mediante la reproducción ocasional de los gestos de los historiadores: las novelas que utilizan archivos se multiplican en las mesas de las librerías, mientras que los historiadores consideran hacer suyos los recursos de la escritura literaria. Y un Dan Brown, cuyas narraciones sin duda son más influyentes para las representaciones de la historia que cualquier obra académica, citando a Napoleón –“¿qué es la historia sino una fábula sobre la que todos estamos de acuerdo?”– no duda en someter a la historia a una lógica del mercado: cada uno tendría en definitiva el derecho de elegir su versión “propia” del pasado.
¿No es entonces urgente considerar de manera más sistemática los múltiples vectores de la memoria social? No, desde ya, para reubicar a la historia bajo la tutela de las artes, sino para llamar la atención sobre lo que esos pasados nos dicen del presente, y para interrogar nuestras responsabilidades en cuanto investigadores e investigadoras.
Directora : Sabina Loriga (CRH-EHESS)
Redactor jefe : David Schreiber (IHMC-ENS)
Comité Editorial :
Omar Acha (CONICET), Marianne Amar (Musée national de l’histoire de l’immigration), Marc-Olivier Baruch (CRH-EHESS), Alban Bensa (IRIS-EHESS), Monica Bolufer (Universitat de Valencia), Hamit Bozarslan (CETOBAC-EHESS), Gaetano Ciarcia (IMAF-CNRS), Alain Delissen (CRC-CCJ-EHESS), Fernando Devoto (Universidad Nacional de San Martin), Thomas Hirsch (HASTEC-AN), Nicolás Kwiatkowski (Universidad de San Martin), Anaclet Pons (Universitat de Valencia), Jose Rilla (Universidad de la República, Montevideo), Martha Rodríguez (Universidad de Buenos Aires), María Cruz Romeo (Universitat de Valencia), Pedro Ruiz Torres (Universitat de Valencia), Pierre Savy (Université Paris-Est Marne-la-Vallée), Silvia Sebastiani (CRH-EHESS), Daniel Sazbón (Universidad de Buenos Aires), Isabelle Thireau (CECMC-CCJ-EHESS), Isabelle Ullern (Faculté libre d’études politiques Flepes, Île-de-France), Carolina Vanegas Carrasco (Universidad Nacional de San Martin).
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